Un cura se convirtió en héroe después de enfrentar al ladrón que entró a robar en una iglesia de Salta

Es la cuarta vez que entran a robar a la iglesia Nuestra Señora de Guadalupe y, cansado de la situación, el sacerdote agarró un arma y amenazó de muerte al delincuente.

Un cura se convirtió en héroe después de enfrentar al ladrón que entró a robar en una iglesia de Salta
El hecho ocurrió en la Iglesia Nuestra Señora de Guadalupe. (Imagen ilustrativa).

El miércoles 19 de julio, un delincuente entró a robar a la Iglesia Nuestra Señora de Guadalupe, en la provincia de Salta, y el sacerdote, Juan Eduardo Jotayan, se convirtió en un héroe después de defender a los religiosos y pelear con el chorro.

El ladrón entró al templo y atacó brutalmente al sacerdote, quien para defenderse agarró una silla y lo golpeó por la espalda. Después, el religioso fue hasta su habitación, sacó un arma de aire comprimido y amenazó de muerte al delincuente.

“No puedo creer la barbaridad que le dije”: la palabra del sacerdote

El episodio ocurrió el miércoles pasado por la madrugada y es la cuarta vez que entran a robarles. En diálogo con El Tribuno, Jotayan contó que el chico parecía de aproximadamente unos 25 años, tenía una gorra y una capucha.

El sacerdote se puso las ojotas, abrió la puerta de su habitación y caminó por el pasillo hasta la cocina-comedor. “Allí prendí de golpe la luz y me encontré con un tupo en la casa. Él ya había roto las rejas y la madera”, relató.

Comenzaron a pelearse a los golpes y, según el cura, el delincuente seguramente estaba muy drogado. “Nos agarramos a las trompadas limpias, fue una cosa tremenda”, aseguró.

Fue una intensa pelea a tal punto que el sacerdote recibió varios golpes en la cara, incluso uno le aflojó una muela. Finalmente, el ladrón cayó al suelo tras recibir un golpe con una silla que quedó completamente rota.

En este marco, el sacerdote aprovechó para ir a buscar un rifle de aire comprimido que era de su hermano militar. “Si no te vas de acá, te perforo la cabeza a tiros”, fue lo que le gritó Juan Eduardo.

“Todavía no puedo creer la barbaridad que le dije, él estaba paralizado y también tratando de normalizarse después del ataque con las sillas. Cuando logró recomponerse se asustó y salió corriendo por las escaleras. Luego salió por la cancha y huyó. Yo me fui por detrás para corroborar efectivamente que se haya ido”, concluyó.