Cada 6 de enero la llegada de los Reyes Magos enciende la ilusión de grandes y chicos. Con el objetivo de ver una sonrisa en los niños de Talapampa, provincia de Salta, una “Reina Mágica” prepara viandas y las reparte por el pueblo sin que nada la frene, ni la pandemia.
Todo comenzó cuando Lía Rojo de Morey, una mujer de 87 años, cobró su primer aguinaldo a los 21 años mientras atendía en el Registro Civil de la localidad salteña. En ese entonces, ella vio que no todos los niños contaban con la posibilidad de recibir un presente, pero lejos de cruzarse de brazos utilizó esa plata y los ayudó.
En ese momento, a Rojo de Morey se le ocurrió que cada 6 de enero, durante el festejo de los Reyes Magos, iba a brindarles un chocolate con masas que preparaba a todos los chicos del pueblo salteño. Así surgió esta iniciativa solidaria que está vigente hace casi 67 años.
“Ese día está destinado únicamente a eso”, aseguró Lía en una entrevista con Vía País. Luego agregó: “Después de varios años comencé a hacer almuerzos para grandes y chicos que se reunían en mi casa”.
Sin embargo, con la pandemia y la complicada situación económica esto cambió, y al no poder juntarse en su hogar tuvieron que reinventarse. Es así como optó por preparar bandejas individuales con masas, sándwich, gaseosas y golosinas, y salir a repartir casa por casa únicamente a los menores de la localidad.
Gracias a la ayuda de su familia, con la cual fundó un negocio de alfajores artesanales, cocinan para aproximadamente 120 niños del pueblo.
“Para repartir la comida vamos en los vehículos de mis hijos y yo me voy bajando en cada casa donde los niños salen a recibirme -explicó Lía-. El año pasado hicimos un recorrido de 10 kilómetros y los chicos se llevaron una sorpresa grande porque no esperaban que pudiéramos brindarles algo con la pandemia”.
Para mantener en pie esta iniciativa, la mujer se sustenta de su jubilación, el aguinaldo completo del mes de diciembre, la ayuda de su hija y el negocio que tiene con su familia.
Al costado de la ruta, donde está la fábrica de Alfajores Artesanales que ella fundó, siempre se la encuentra trabajando arduamente en la huerta. “Es algo que le encanta hacer -sostuvieron sus familiares-, no por necesidad u obligación, sino por amor. Disfruta lo que hace”.
Cuando no está en su tienda de alfajores, destina su tiempo a ayudar a otros. Con colaboración de sus hijos y nietos le toma tres días tener la comida lista para repartirla el 6 de enero. “Es mi deseo continuar mientras pueda ya que ver a los niños felices es mi mayor satisfacción y alegría”, finalizó Lía.