La pandemia complicó la vida y los planes de muchos este año. Entre ellos, de los mendocinos que estaban de paso por la provincia y que quedaron varados por la cuarentena o que tenían sus viajes planificados, pero el cierre de los aeropuertos o la falta de protocolos complicó bastante las cosas.
La mayoría esperaba con ansias la reapertura de los vuelos comerciales desde Mendoza, pero eso no pasó y tuvieron que pensar en nuevas estrategias para poder salir del país.
Eso les ocurrió a Ignacio Jordán y Estefanía y Eric Leitner, tres mendocinos que por distintos motivos debieron partir rumbo a Europa, y sus viajes fueron una verdadera odisea.
Para ninguno fue sencillo, todos resaltaron lo complicado que fue planificar sus viajes en medio de la pandemia. Sobre todo, lo difícil que fue viajar desde Mendoza a Ezeiza. Lo tedioso de los trámites que hicieron en vano, la falta de información y el dinero extra en traslados y vuelos.
Los tres jóvenes dialogaron con Vía Mendoza y contaron su experiencia de dejar la provincia en el mes de septiembre.
Salir de Mendoza, una travesía
Estefanía y Eric Leitner son hermanos, oriundos de Godoy Cruz, y ambos viven desde hace años en Europa con sus respectivas parejas. Él viajó desde Praga junto a su novia Kat (foto de portada) para casarse en Mendoza, y su hermana lo hizo desde España para estar presente en ese momento tan importante.
La fiesta iba a ser en marzo, pero días antes declararon la pandemia por el coronavirus, por lo que no hubo casamiento y por el cierre de las fronteras, se quedaron varados durante seis meses en la provincia.
"Al principio lo tomamos con bastante calma. Pero tengo residencia legal en España y por ley solo podía estar seis meses fuera del país. Si yo pasaba más tiempo, corría riesgo de no poder renovarla y de perderla. Esperamos, pero pasaron los meses y se acercaba el tiempo límite para volver, por lo que empezamos a averiguar para poder irnos", relató Estefanía.
En su momento decidieron no tomar los vuelos de repatriación por sus altos costos, pero el tiempo pasaba y no podían estirar más su estadía en el país. Fueron días de "mucho sufrimiento e incertidumbre porque no había buena comunicación de parte del Gobierno, y las aerolíneas tampoco tenían muy claro lo que podían hacer", contó la joven mendocina sobre la planificación de su regreso al país extranjero.
Ellos contaban con que en septiembre volvían a funcionar los vuelos comerciales, tal como había anunciado el Gobierno, pero como esto no sucedió optaron por los vuelos especiales que solo salían desde Buenos Aires.
"Para conseguir estos vuelos, tuvimos que llamar de 3 a 5 veces por día hasta poder dar con un agente que estuviera informado", explicó Eric. Y agregó: "Después de estar varados seis meses en Mendoza, teníamos que volver a los trabajos porque estábamos con licencias sin goce de sueldo que se terminaban".
Ambas parejas, si bien tenían destinos diferentes, sabían que podían ingresar a Europa, pero no cómo iban a viajar desde Mendoza a Ezeiza y mucho menos si los vuelos saldrían sin inconvenientes.
Una vez que consiguieron sacar los pasajes de Ezeiza a Madrid, tuvieron que resolver cómo llegarían a Buenos Aires, ya que el aeropuerto de Mendoza estaba cerrado.
"No habían micros de larga distancia. Si alguien nos podía llevar, esa persona tenía que hacer cuarentena al volver a la provincia. Y averiguando descubrimos que habían empresas de remises que te trasladaban, pero por un precio muy alto. En septiembre estaban entre 30 y 40 mil pesos", comentó Estefanía.
Por su parte, Eric expresó: "Desde Mendoza a Buenos Aires fue un calvario. Primero que era imposible conseguir transporte para nosotros dos que fuera accesible. Tuvimos que pagar una barbaridad por un taxi privado con dos choferes para poder viajar. Como era un taxi, los obligaban a ir por la ruta 7, lo que nos obligó a pasar por las cápsulas de San Luis".
"El vuelo era un domingo, y tuvimos que salir el viernes especulando para no perder el vuelo. Llegamos a Buenos Aires después de casi 17 horas de viaje, sin que nos pidieran nada. En San Luis solo nos pidieron los datos del auto y tuvimos que esperar la cápsula que demoró el viaje, pero nada más", dijo el mendocino.
Una vez en Ezeiza, embarcaron sin problemas y contó que "en el avión no quedaba un asiento libre, iba completo de Buenos Aires a Madrid". "Fue una locura conseguir transporte desde Mendoza a Buenos Aires, ser un país tan grande y no tener conexiones es inaceptable", dijo con enojo.
Como viajaban en diferentes fechas, Estefanía y Mauricio (su novio) viajaron días después con un particular que los acercó a Ezeiza. Previamente, hicieron varios viajes a la Terminal de Mendoza para averiguar qué papeles debían tener y demás, pero siempre les dieron diferentes datos sobre cómo tenían que manejarse.
"Llevábamos todos nuestros permisos, pero no los necesitamos en ningún momento. Al llegar a Buenos Aires no nos pidieron nada, pasamos la noche ahí sin problema", dijo la joven. Y añadió: "En el avión estuvimos 12 horas con el barbijo puesto. Y al llegar a España no habían muchos controles".
"Fueron días de mucho estrés por falta de información o por informaciones des encontradas. Por la cantidad de plata que tenías que tener para los vuelos o el transporte, pero por suerte ya pudimos hacerlo", cerró.
Un largo viaje de Mendoza a Barcelona
Ignacio Jordán tiene 29 años y vive en Luján de Cuyo. En marzo se inscribió para estudiar un máster en Barcelona y dos meses después, en plena cuarentena, comenzó a planificar su viaje con vistas a septiembre, el mes en el que habilitaban los vuelos comerciales.
"Me inscribí en marzo a un máster en la Universidad de Barcelona y en mayo empecé a organizar lo que sería el posible viaje, cuando me confirmaron que estaba todo habilitado para viajar en septiembre", expresó.
Sin embargo, nunca imaginó la odisea que iba a tener que pasar para viajar al viejo continente. "En mayo lo primero que hice fue sacar el pasaje desde Santiago a Barcelona. En junio cancelaron ese viaje y tuve que comprar un pasaje de vuelos especiales de Aerolíneas Argentinas que salía desde Ezeiza, que era lo único que estaba volando a algunos destinos de Europa, entre ellos Madrid", contó Ignacio.
Jordán resaltó que todos estos cambios y otros modificaron su presupuesto y le trajeron varios dolores de cabeza. "Lo que más me perjudicó fue el tema de los gastos, después la cantidad de trámites que hice sin sentido, porque nunca me los pidieron en ningún lado", dijo.
"Compré el pasaje y empecé a organizar cómo llegar a Ezeiza, esperando que habilitaran los vuelos de cabotaje. Mientras, pregunté al Gobierno de Mendoza, pero no me contestaron, solo me derivaban y nadie tenía idea. En Nación tampoco me dieron respuestas", comentó.
El estudiante escribió al consulado español y le aseguraron que podía entrar, teniendo en cuenta que contaba con la ciudadanía europea. Luego tuvo que ocuparse de cómo iba a llegar a Buenos Aires.
"Contacté a dos o tres remises y me cobraban entre 50 y 60 mil pesos. Hasta que supe que las empresas de alquiler de autos estaban operando y alquilé uno por 30 mil pesos", relató.
"Imprimí todos los correos y permisos. Con una carpeta de 50 papeles me subí al auto y agarré la ruta. En Mendoza no hubo ningún control, en San Luis me encapsularon y tardé 7 horas, pero tampoco me pidieron nada. Y desde que entré a Córdoba hasta que llegué a Ezeiza no hubo un solo control de nada", comentó algo enojado por todo lo que tuvo que hacer previo a salir de Luján.
Durante el viaje en el auto que él mismo conducía no le pidieron nada de lo que llevaba en su carpeta, solo tuvo que viajar varias horas encapsulado junto a otros vehículos por San Luis, lo que demoró la hora de llegada, pero no tuvo mayores inconvenientes.
"En Ezeiza fue todo normal, como si fuera un vuelo comercial. El avión iba explotado de gente y cada uno hacía lo que quería con el barbijo, nadie aguantaba 14 horas con la boca tapada. Medidas de seguridad, cero", contó.
Y resaltó que lo mismo ocurrió cuando llegó a España, donde todo era normal y se manejaban por protocolos sanitarios, similares a los que tenemos en la provincia para manejarnos en cualquier ámbito.