La crisis política en Bolivia enfatizó la lejanía del gobierno electo con Brasil y generó un primer cortocircuito con los Estados Unidos, dos países que serán centrales para que Alberto Fernández pueda pensar en alguna oportunidad de éxito en su gestión.
En la región, varios países condenaron la caída de Evo Morales como un golpe de Estado, pero Mauricio Macri, Jair Bolsonaro y Donald Trump rechazaron conceptualizarlo así y reclamaron "elecciones limpias".
La situación dejó a Fernández al lado de México pero en una vereda distinta a la de Brasil y de Estados Unidos. Hoy no hay diálogo entre él y la administración del gigante sudamericano. Y este martes el presidente electo se despachó con dureza contra Trump, quien la semana pasada le había ofrecido ayuda para la renegociación con el FMI.
"A mi juicio, Estados Unidos retrocedió décadas, volvió a las peores épocas de los años 70 avalando intervenciones militares contra gobiernos elegidos democráticamente", remarcó Fernández, al repudiar los "aplausos" de Trump a la caída de Morales.
Fernández afirmó que el Ejército boliviano dejó de obedecer a sus mandos naturales. Luego se comunicó con funcionarios del Departamento de Estado estadounidense y ratificó su posición.
"Quiero tener la mejor relación con Estados Unidos y eso supone decirnos las cosas francamente", afirmó Fernández. La Casa Blanca volvió a expresarse luego y pidió el cese de la violencia en Bolivia, con elecciones cuanto antes.
Fuentes cercanas al socio político de Cristina Fernández explican que él se ha tomado a pecho la situación. Temió que la revuelta opositora asesinara a Morales. Y entendió lo ocurrido como "un mensaje de la derecha continental" para con los gobiernos populares de la región.
Maximiliano Reyes Zúñiga, subsecretario de Relaciones con América Latina de México, dijo que no hubo presión de Trump por el asilo a Morales. Y añadió: “Con Alberto estuvimos coordinados en las gestiones por los países por los que el avión sobrevoló para que se permitiera ese sobrevuelo”.
Fernández asumirá en un escenario de debilidad: la economía en recesión; inflación récord; y una deuda en default selectivo que debe reestructurarse. Para salir, el país necesitará de Estados Unidos y de Brasil, socio comercial clave.
"Hay que desideologizar"
Rosendo Fraga, analista internacional, opinó que hay dos prioridades: un diálogo urgente con Brasil e impedir que la tensión con Estados Unidos escale. Para ello, dijo, se requerirá pragmatismo.
"Hay que evitar errores de cálculo. No pensar que cualquier declaración no genera adversidades. Un manejo de las personalidades, tanto del presidente como de su canciller (que sería Felipe Solá). Y una diplomacia eficaz", señaló.
Fraga habló así en un seminario del Consejo Argentino para las Relaciones Internacionales sobre la Política Exterior, junto a expertos como Francisco de Santibañes y Lourdes Puente.
Los tres coincidieron en que en los años venideros será fundamental aprovechar cuanta posibilidad de relación comercial exista, y construir un equilibrio conducente entre Estados Unidos y China.
De Santibañes y Puente aclararon que esto lo podrá hacer el país con mayor éxito si la región se pacifica, se resuelvan tensiones internas en países donde la legitimidad de sus gobiernos está en dudas, y se piensa una estrategia coordinada para con el mundo.
La clave, aclaró De Santibañes, es “desideologizar” el vínculo con Brasil y que el arco político argentino piense cuál es el interés a largo plazo para que la estrategia siga a través de los gobiernos y haya sólo cambios tácticos. Algo que, a juzgar por las últimas décadas, parece imposible de construir.