Según información obtenida por The Washington Post, durante el allanamiento del FBI a la residencia de Mar-a-Lago, que el expresidente estadounidense Donald Trump tiene en la Florida, el objetivo fue recuperar archivos clasificados sobre armas nucleares.
En el procedimiento, fueron confiscadas alrededor de una docena de cajas de material. Asimismo, se registró una caja fuerte y se ingresó a un área de almacenamiento cerrada con candado. No fue especificado si la documentación contenía datos asociados al arsenal estadounidense o al de otro país.
El fiscal general Merrick Garland había brindado una conferencia de prensa para disipar dudas respecto de la inspección que tuvo lugar el pasado martes y que forma parte de una serie de investigaciones que comenzaron en enero pasado. Según Trump, el allanamiento se realizó sin su permiso e incluyó los armarios de su esposa Melania.
Garland dijo que fue él quien aceptó la solicitud del Gobierno de una orden de allanamiento y que el Departamento de Justicia envió una petición a un tribunal de la Florida para que la pesquisa se hiciese pública.
The Washington Post especula con la presencia de documentos referidos a armas nucleares, por lo que el fiscal general habría autorizado un procedimiento tan políticamente cargado. David Laufman, un exfuncionario del Departamento de Justicia, está de acuerdo con esa hipótesis. “Este tipo de información ultrasecreta probablemente haría que las autoridades trataran de actuar lo más rápido posible para recuperar documentos confidenciales. Causaría un grave daño a la seguridad de Estados Unidos”, explicó.
Expertos señalan que el material vinculado a esta temática es especialmente delicado y generalmente está restringido a un pequeño número de funcionarios gubernamentales. En caso de llegar a manos equivocadas, el daño sería incalculable.
Por ejemplo, si se dieran a conocer detalles sobre el arsenal del Ejército estadounidense podría proporcionar una hoja de ruta de inteligencia para los adversarios que buscan construir formas de contrarrestar esos sistemas. Asimismo, otros países estarían expuestos a conocer secretos nucleares que representarían una amenaza mundial.
El “gusto” de Trump por las armas nucleares
Trump reconoció en varias ocasiones tener un “gusto particular” por las armas nucleares. En 2017, de hecho, aseguró a los líderes militares que quería construir un arsenal comparable al que su país tenía en la Guerra Fría. La iniciativa hubiese implicado aumentar diez veces el presupuesto de defensa estadounidense.
En Rage (“Rabia”), el libro basado en la presidencia de Trump escrito por Bob Woodward -involucrado en la investigación por el caso Watergate-, se conoció que el exjefe de Estado amenazó públicamente con aniquilar tanto a Corea del Norte como a Afganistán. “Tenemos cosas que nunca se vieron y de las que [Vladimir] Putin y Xi [Jinping] nunca escucharon hablar. No hay nadie, lo que tenemos es increíble”, había asegurado Trump.
Durante su mandato, entre 2017 y 2021, habría tenido accesso a la versión clasificada de la Revisión de la Postura Nuclear, basado en la capacidades y políticas de Estados Unidos respecto de el uso de armas de ese calibre y bajo qué contextos estaría permitido.
Asimismo, se cree que el empresario podría haber conservado su “galleta” nuclear, una pieza de plástico como una tarjeta de crédito con los códigos de identificación necesarios para el lanzamiento nuclear. Sin embargo, esos códigos se habrían cambiado cuando Joe Biden asumió.
Los documentos clasificados en la era Trump
Durante la administración Trump, aseguran, la información clasificada se manejaba “mal” de manera rutinaria. De hecho, muchas comunicaciones electrónicas interceptadas, como correos electrónicos y llamadas telefónicas de líderes extranjeros, terminaba en manos de personal no autorizado para leerlas.
Asimismo, señalan que temas sensibles de inteligencia eran discutidos en espacios públicos. Al respecto, CNN difundió imágenes que revelarían dos ocasiones en las que el expresidente habría tirado documentos por el inodoro.
Según CNN, Trump rompía documentos, borradores y memorandos después de leerlos y se “burlaba” de las leyes sobre el mantenimiento de registros. Según indicaron, el expresidente llegó a tapar varias veces los inodoros de la Casa Blanca con estos papeles.