“No me importa el resultado. Ojalá que ganemos, pero lo que más me importaba era venir a la cancha”, asegura un hincha de Belgrano, que como socio fue uno de los 15 mil que completaron el aforo en el Gigante de Alberdi (parecieron muchos más) para el partido con Deportivo Riestra por la Primera Nacional.
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Desde muy temprano Alberdi recuperó la fisonomía, el pulso y el colorido tan típico de los hinchas. Volvían los hinchas después de un año y medio de abstinencia a causa del coronavirus maldito. Y por Belgrano valía la pena tanta espera y ansiedad. Para liberar el corazón Pirata en una noche de emociones fuertes.
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El reencuentro con el equipo, con el estadio, con esa camiseta del alma por la que había que seguir respirando para verla otra vez en Primera. Y volver a ver también al hincha del lado, al socio que consiguió la ubicación para un partido que en otro contexto hubiera sido uno más. Y sin embargo, quedará para la historia.
Porque era un poco volver a casa, al segundo hogar. A darse un abrazo (permitido, con barbijo) para el saludo después de tanto tiempo (siglos), y anticipando el de los festejos, que ya van a venir. Porque en Belgrano todo cuesta el doble. Pero hay caricias en el alma también, como el privilegio de ser los primeros en Córdoba de ver con sus propios ojos al equipo en cancha. Casi nada, casi todo.