Las investigaciones en el Cerro Colorado siguen avanzando y algunas de las conclusiones a las que llegaron los científicos que estudian los restos óseos humanos hallados recientemente en la Reserva Cultural Natural es que el lugar habría sido el asentamiento de una población estable y numerosa.
Los datos surgieron a raíz del estudio de impacto arqueológico por el tendido de la red de Gasoductos Troncales Regional Norte. Ese estudio se desprendió de la Resolución 181 de la Agencia Córdoba Cultura, que reglamenta las actividades en sitios arqueológicos y paleontológicos.
La investigación descubrió la existencia, en una misma franja de sedimento, de un espacio funerario en el que fueron registrados al menos 30 cuerpos completos, y otra treintena de esqueletos más sin la totalidad de sus huesos.
A raíz del hallazgo, se montó un laboratorio de campaña. Representantes de las comunidades de pueblos originarios pudieron acceder al lugar para presenciar la labor de los arqueólogos.
Con el análisis de pequeñas muestras de los restos óseos se podrán realizar importantes análisis de laboratorio. "Estos materiales podrán ser estudiados desde diferentes tipos de disciplinas, forense, isótopos radioactivos y genética", detalló el arqueólogo Luis Tissera, quien se desempeña en el Museo Arqueológico del Cerro Colorado.
"En el centro del actual poblado de Cerro Colorado se ubicó un espacio abierto donde se llevaron a cabo diferentes prácticas colectivas, como la preparación y consumo de alimentos, probablemente en un contexto celebratorio y ritualizado", afirmó el arqueólogo, Sebastián Pastor, investigador del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET), en un informe presentado a la Dirección de Patrimonio Cultural de la Provincia, organismo encargado de la aplicación de la Ley 5543 de Protección de los Bienes Culturales.
En coincidencia con Sebastián Pastor, la arqueóloga Andrea Recalde, codirectora del estudio de impacto arqueológico, opinó: "En estas áreas se realizaban numerosas actividades cotidianas como almacenar, cocinar y consumir alimentos, o fabricar, usar y reparar utensilios de piedra, cerámica, hueso o fibras vegetales”.
Y detalló: "En los alrededores de las áreas residenciales, se practicaba el cultivo de plantas domésticas comunes en la región central de Argentina, como maíz, zapallos y porotos, junto a otras que hasta el momento sólo se han registrado en esta localidad del norte cordobés, como la quinoa, papas y batatas”.
Más adelante, Sebastián Pastor añadió: “La presencia de estos cultivos, con sus particulares requerimientos agrotécnicos, por ejemplo, especies que se siembran en distintas épocas del año, indican una mayor producción de alimentos en relación a otras zonas de Córdoba con la capacidad de sostener a una población considerable y probablemente en crecimiento durante los siglos previos a la conquista española”.
Una población numerosa
El examen de los materiales arqueológicos extraídos permitió llegar una primera conclusión, de acuerdo con Pastor: "El Cerro Colorado no era, en tiempos prehispánicos y al comienzo de la conquista española, un lugar de peregrinación o santuario que permanecía desocupado la mayor parte del tiempo. Por el contrario, era un pueblo con numerosos habitantes que ocupaban su territorio por períodos prolongados y realizaban allí múltiples actividades cotidianas".
“Al mismo tiempo, se creó uno de los principales paisajes rupestres de Sudamérica con miles de imágenes pintadas en más de 100 aleros y cuevas con algunas figuras de características singulares y distintivas de la localidad, y otras que señalan relaciones con comunidades vecinas del resto de Córdoba, La Rioja, Santiago del Estero y Catamarca”, describió el arqueólogo Sebastián Pastor.
El espacio público también fue utilizado por la población del Cerro Colorado para la confección de adornos, también en la preparación y consumo de alimentos, probablemente, en un contexto celebratorio y ritualizado.
“Una actividad muy particular fue la fabricación de diferentes tipos de adornos de valvas de caracoles terrestres, de los que persisten numerosos y unos pocos objetos terminados”, agregó Pastor.
Este bello paraje ubicado en las serranías del noroeste provincial “probablemente, constituía una suerte de santuario de importancia regional, al que acudían personas de distintos orígenes y procedencias, para ocasiones o eventos significativos”, opinó el arqueólogo.
“También era un poblado cuyo territorio, paisaje y habitantes atesoraban conocimientos y memorias que lo proyectaban mucho más allá de sus límites”, concluyó el científico.