La actriz y escritora cordobesa Camila Sosa Villada, quien visita Buenos Aires con motivo de "Las malas", libro publicado este año que provocó un suceso de crítica literaria, dijo que su intención en esa primera novela fue "acercar a las travestis a una reflexión espiritual: no somos solo carne, el travestismo es una fe".
Publicada por Tusquets, "Las malas" puede leerse como novela de iniciación, crónica que prueba la maternidad deseada y posible de las travestis y que hay oficios para ellas fuera de la prostitución, o como manifiesto que aporta una dimensión mítica a la comunidad trans y teje la metafísica de una cultura fuera del desprecio.
En la voz de Sosa Villada (La Falda, 1982) esa comunidad es la de Parque Sarmiento, en ciudad de Córdoba, que se mueve como parte de un mismo organismo animal, que aprehendió el don de bajar la cabeza para volverse invisible y tiene a su médica bruja para bautizar a las recién nacidas y sanar el cuerpo y el alma.
"Las raras" surgió de un pedido de Juan Forn para la colección Rara Avis y fue ejecutado por Sosa Villada a la par de "El cabaret de la difunta Correa", una obra de teatro donde contaba la promesa de sus padres a la difunta para que dejara la prostitución.
Sosa Villada estudió Comunicación y Teatro en la Universidad Nacional de Córdoba; hizo "Carnes tolendas", el retrato escénico de una travesti, con textos de García Lorca y de su blog, La Novia de Sandro; en cine protagonizó "Mía"; actuó en series como "La viuda de Rafael", y escribió la autobiografía "El viaje inútil".
Justamente, la agencia de noticias Telam entrevistó a Sosa Villada y dejó estas frases:
- Télam: ¿Cómo empezó a escribir "Las malas?
- Camila Sosa Villada: Ciegamente, de una manera un tanto inconsciente, como si no tuviera en claro de qué se trata todo lo que estoy escribiendo, inventando a medida que avanzaba. Aunque mi intención desde el principio fue acercar a las travestis a un mito, a una reflexión espiritual: que no seamos solo carne, sino que también seamos espíritu, que tengamos una fe. Yo creo que el travestismo es una fe y por eso está la machi en el libro. Las trabas que conocí, por supuesto, no teníamos esos encuentros mágicos en los que una machi sanaba a una mujer golpeaba, o bautizaba a un niño, pero creía que era necesario poder hablar de una ética espiritual.
- ¿Hay algo vinculado al recuerdo personal en esta novela?
- C.S.V.: Dicen que para recordar bien es necesario traicionar la memoria. Yo tengo imágenes, sobre todo algunas imágenes: de nosotras bajando juntas por la calle, yéndonos a desayunar a McDonald's, peleándonos en la calle, rescatando a una porque venía golpeada por un cliente o yo misma, lo que me sucedía a mí en la pensión con los clientes. Así fui tomando imágenes que luego he deformado al punto de que son otra historia.
- ¿Cuál fue tu primer contacto con la literatura y con la escritura?
- C.S.V.: Me enseñó a leer mi madre y mi padre, desde muy chica, a los tres o cuatro años, me sentaba en su falda y me enseñaba el abecedario y a dibujar las letras. Me regalaban cuentos infantiles, aprendí a leer con una Biblia de los Niños. Vengo de una familia de abuelos analfabetos y creo que mis padres intentaban restituirle a nuestra familia un don que no era muy de ellos, pero que les parecía significativo. En mi casa no había grandes lujos, eran más las carencias, pero cada cumpleaños, cada Día de Reyes, cada Día del Niño, cada Navidad, cada vez que me sacaba una muy buena nota, ellos me regalaban un libro. Escribir era la manera en que yo me ganaba paz, porque al tener un hijo que leía y escribía ellos exigían menos de mi masculinidad: "Déjalo, él está escribiendo", decía mi padre. Además, es la posibilidad de inventarme otra vida, otro mundo, es lo que me permite salirme de mí misma.
- ¿El mundo hostil que retrata la novela cuán cercano es al real?
- C.S.V.: Hace diez años que no estoy en la ruta salvaje de la vida, estoy muy aburguesada y mi contacto es muy esporádico con esas violencias, pero las travestis siguen siendo asesinadas, les sigue costando muchísimo conseguir trabajo y siguen muriéndose a los 35 años. Ese promedio de vida es una vergüenza nacional, y eso sigue siendo igual que hace 25 años, cuando empecé a travestirme.
- Las experiencias de estudio formal que narra la novela son expulsivas y denigrantes, ¿cree que eso se ha modificado?.
- C.S.V.: Con la Ley de Identidad de Género algo se movió y, sobre todo, dentro de nosotras, hizo que saliéramos al mundo, a la calle, y nos presentáramos, dijéramos "yo quiero estudiar y aquí me van a tener que enseñar porque sino les voy a montar un 'pollo' que no se lo olvidarán nunca más". Eso ha hecho que estemos más presentes en el sistema educativo, además de la experiencia, única en el mundo, del bachillerato trans Mocha Celis, que ya puso la vara muy alta en la educación.
- ¿De qué manera se entrelazan actuación y escritura?
- C.S.V.: En el libro "Inundación", Eugenia Almeida dice que se escribe con el cuerpo y yo lo creo, se escribe con todo el cuerpo como con la actuación, son dos cosas que suceden con todo el cuerpo, no es un trabajo intelectual, es un trabajo orgánico, físico, es puro organismo.