Santiago Puddington
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Miguel Mateos mira el avión carretear por la pequeña ventana de su asiento, a su lado está el "abuelo de la nada" Cachorro López y al Negro García López le tocó el pasillo. En ese viaje rumbo a Los Angeles iniciaba la aventura que marcó la historia del rock nacional, con un disco que se grabó en Hollywood cuando todavía no era común ver a un músico argentino en un estudio del exterior. Mateos venía de reventar el mercado con "Rockas vivas", hasta entonces la placa más vendida de todos los tiempos, y creía que ya era tiempo de cambiar de rumbo y empezar de cero con algo totalmente renovado.
Tres décadas pasaron desde la aparición de “Solos en América”, esa placa que es considerada una insignia de la década del 80, que llevó a la banda a realizar una de las primeras giras de nuestra música por todo el continente y que formó parte de la recordada campaña “Rock en tu idioma”. A partir de la recuperación de los derechos del disco, en manos de la ya difunta compañía discográfica Music Hall, Mateos, con 63 años y un impecable estado físico y musical, decidió revivir esos tiempos con una gira de varios meses que, antes de partir hacia distintas ciudades de Latinoamérica, tendrá su paso por el mítico estadio Obras este próximo sábado.
Hay una sensación de justicia que rodea a la vuelta del disco a tus manos y a esta gira homenaje...
La verdad que sí, este disco fue una ruptura muy fuerte con el anterior (“Rockas vivas”), yo buscaba qué hacer después de todo ese éxito y mi idea era romper con todo y tirarnos a la pileta y eso hicimos. “Solos en América” fue un punto de partida muy importante, aunque en un principio eso no se entendió. Fue muy duro, cierta parte de la crítica por ahí consideró que habían cambiado los sonidos pero para mí era un sonido fuerte y poco a poco la gente lo fue aceptando. Remasterizado y tocado en vivo, tiene cosas que suenan a bandas de hoy y son de hace 30 años. Hay grupos que actualmente buscan esos sonidos de los 80. Me veo, sin querer, totalmente actualizado.
¿Cómo es volver a Obras?
Tiene una mística especial porque ese disco lo presentamos allí, en 1987, y me encanta que se recupere el rock en ese estadio y qué mejor que volver allí. Creo que ahí tocamos todos, los que tenemos algo de trayectoria pasamos por ahí.
Pasaron 30 años, ¿qué recordás de aquella grabación?
Tengo la imagen de cinco argentinitos que viajan sin saber bien qué iban a encontrar, yendo por primera vez al exterior y nada menos que a Hollywood. Buscábamos un co-productor que pudiera entendernos y era una aventura genial de un mes en 1986, en Los Angeles. Me acuerdo y me pregunto cómo hicimos eso sin saber que luego sería un disco que marcó una época del rock en español. Fue un disco que rompió barreras y provocó, a partir de ahí, una autopista de intercambio que hoy es normal pero que en ese momento era impensado.
¿Te afectó el reconocimiento? ¿Te pegó la fama en aquel momento?
Siempre he perseguido la atracción musical. Yo únicamente compongo canciones y exploro sonidos e investigo temas técnicos. Siempre estuve inmerso en la composición y producción de los discos y todo pasó tan vertiginosamente... Nunca le di mucha bola a la fama, tengo un muy bajo perfil, siempre fui muy apegado al trabajo y para mí siempre fue una alegría poder no estar contaminado de esas cosas. Hoy, después de 35 años de carrera, puedo seguir contándola.
¿Es fácil esquivar todo eso?
El asunto es que pasa por la formación que uno tiene. Hay muchas tentaciones, no es que no haya transitado en algún momento por alguna de ellas pero lo más importante es la pasión por la música, soy una especie de melómano y siempre eso me preservó de algún modo.
Formás parte de una generación que estuvo plagada de figuras pero parece no haber nuevos nombres de ese nivel. ¿Hay explicación?
Es difícil comparar, porque los 80 fueron una década tremendamente rica, en todo sentido y con una gran variedad de alternativas. Ahora se da un tipo de música que ha marcado todo un proceso, un camino que por ahí no es valorado internacionalmente, algo que sí tuvieron los músicos de los 80. Habrá que pasar ese período, o tal vez sea porque a los músicos ya no les importa tener fama mundial. Hay muchos que prefieren hacer un estadio por año y nada más. Yo hago muchos shows chicos para dos mil personas, prefiero ir a Rosario, Río Cuarto o Neuquén... Lo mío es tocar, tengo una buena banda y ése es el punto para mí.
Hay una especie de vuelta a los 80 también. Las nuevas bandas van mucho hacía allí...
Sí y no sólo pasa en la música. La estética, la ropa, el arte, desde los 70 que hubo un arte pop nuevo y eso dejó una huella muy fuerte y ante la alternativa de no tener de dónde sacar cosas nuevas, muchos van a sacar a los 80, no a los 90. No sé por qué pero pasa eso.
¿En algún momento te molestaron o cansaron tus hits?
La verdad que yo hice un pacto con mis canciones, desde las más masivas a las más chiquitas. Obviamente yo me doy cuenta quién puedo ser yo y me pongo como público: si los Rolling no tocan “Satisfaction” me voy mal del recital y entonces cómo no voy a tocar “Tirá para arriba”. Hay gente que está expectante de todo eso. He hecho un pacto de honor con mis canciones y las respeto desde que nacieron.
¿Con el paso del tiempo cómo te llevás?
En 30 años aprendí a cantar... Uno tiene que madurar para mejor, me cuidé, me protegí y he estudiado y lo sigo haciendo. Me sigo preocupando por la voz, por mejorarla, así que simplemente es trabajo, no es otra cosa. Darle tiempo y amor a lo que hacés. Seguro que tengo que seguir estudiando y aprendiendo, me siguen maravillando algunos sonidos todavía.