El duque de Edimburgo, esposo de la reina Isabel II y padre de sus cuatro hijos, estuvo casado con la monarca por más de 73 años, y aunque no tenía un rol constitucional, si tuvo un papel clave en la vida de la reina.
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El duque de Edimburgo fue exiliado de Grecia cuando era tan solo un niño y su vida estuvo cargada de complicaciones familiares como la enfermedad mental de su madre y la presencia nazi de sus hermanas mayores.
La vida del príncipe pasó entre la caridad de familiares e internados a la milicia naval británica. Luego llegó el romance entre Isabel y Felipe, el cual se inició con un intercambio regular de cartas y continuó con invitaciones a compartir con la familia real.
El príncipe sin reino, como era conocido por muchos, recibió del palacio el anuncio de que si bien tendría prioridad después de la reina en todas las ocasiones, nunca ostentaría una posición constitucional y sus hijos no llevarían su apellido.
Felipe ha sido descrito como un hombres con un carácter fuerte y se ha señalado varias veces que después de la coronación de su esposa, él canalizó parte de sus energías manteniendo una intensa vida social, rodeada de amigos, fiestas y clubes nocturnos.
Según las crónicas de la época, el duque tuvo algunas amantes como Daphne du Maurier, cuyo marido trabajaba en su oficina, con su amiga de la infancia Hélène Cordet, madre de uno de sus ahijados y Susan Barrantes, madre de Sarah Ferguson quien años después sería su nuera.
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El camino de Felipe de Edimburgo dentro de la monarquía
Tras años de polémicas internas y con la llegada de sus cuatro hijos, El duque de Edimburgo fue encontrando su lugar dentro de la casa real británica gracias a proyectos ligados al bienestar de los jóvenes, uno de los problemas sociales que más le interesaban.
También se le conoció por ser un defensor de la naturaleza y el medio ambiente, siendo benefactor y usando su influencia para ayudar a la fundación del Fondo Mundial para la Naturaleza. Sin embargo, también estuvo envuelto en algunas controversias por su tan famosa afición a la caza.
En 1956 lanzó el exitoso Premio del Duque de Edimburgo, que permitió que alrededor de 6 millones de jóvenes de todo el mundo se retaran física, mental y emocionalmente en una variedad de actividades al aire libre diseñadas para promover el trabajo en equipo, el ingenio y el respeto por la naturaleza.