“El tiempo que viene necesita otra actitud”. Con esa frase explicó el presidente Alberto Fernández la salida de su ministra de Justicia, Marcela Losardo. El Gobierno acelerará para avanzar en reformas sobre el Poder Judicial y en pocas horas se conocerá la persona encargada de llevar adelante esa tarea de alto voltaje.
Losardo, por su parte, será nombrada como representante argentina ante la sede de la UNESCO, en París según consignó Clarín. El puesto está vacante desde la muerte de Fernando Pino Solanas, en noviembre de 2020.
La salida de Losardo reconfirma que las tres patas del Frente de Todos mantienen sus tensiones y que Cristina Kirchner –la dueña de los votos y con diez causas judiciales en contra- le marca el ritmo a la agenda judicial oficial. A su vez, las diferencias de concepción sobre la relación con la Justicia, de tiempos y de necesidades propias le está costando al Presiente el apartamiento de una de las funcionarias en las que más confía.
Hasta este martes a la noche, el nombre del nuevo ministro era un misterio. Si bien trascendió que el cargo podría ser para el diputado rionegrino Martín Soria, algunas voces oficiales indicaron a Vía País que podría haber un movimiento interno, lo que llevaría a Eduardo “Wado” de Pedro a Justicia y a la actual secretaria de Provincias, Silvina Batakis, a Interior.
El cristinismo es el ala que exige cambios más profundos. Para la titular del Senado, las modificaciones en la Justicia Federal que impulsa Fernández no sólo son insuficientes sino que atrasan. Ella pide ir al hueso y avanzar con el control cruzado que manda la Constitución para que el Congreso ponga la lupa sobre el Poder Judicial, que se cambie la forma de selección de jueces, la rendición de cuentas y hasta la integración de la Corte Suprema.
Ni Sergio Massa ni Cristina apoyan el proyecto de ley que Losardo envió al Congreso. El Presidente de la Cámara baja le dijo el jueves en un desayuno a Fernández que no conseguirá los votos esquivos que necesita para aprobar el proyecto que ya cuenta con media sanción del Senado hasta tanto no se incluyan modificaciones. Y ese trabajo será tarea del nuevo ministro, que luego deberá explicárselo a Cristina para que el Senado lo vuelva a tratar.
La iniciativa pasó por el Senado donde el kirchnerismo tiene mayoría sin gran apoyo de Cristina. Ella es muy crítica del proyecto dado que por ejemplo se aumenta de 12 a 46 el número de jueces en la Capital Federal, a contramano de los cambios hacia el sistema acusatorio que la propia Cristina impulsó en 2014.
Pero esa diferencia parece anecdótica ante la globalidad. Cristina no sólo quiere que la Corte incremente sus integrantes a nueve miembros sino que se inclina por el juicio político contra sus actuales integrantes para una renovación total. En la Casa Rosada titubean ante semejante desafío en un año electoral. Y esta es una de las principales diferencia hoy entre el Presidente y su vice.
Sin espalda política suficiente para avanzar sobre la Corte, el Presidente y Cristina llegaron a un acuerdo básico, según fuentes de ambos sectores. Y en ese marco se inscriben los proyectos de ley que Fernández enviará al Congreso para limitar el rechazo a recursos extraordinarios por parte de la Corte y “reasignarle” la competencia constitucional; modificar el funcionamiento del Consejo de la Magistratura, el órgano que selecciona los jueces; y crear un Tribunal Federal de Garantías con competencia exclusiva en cuestiones de arbitrariedad para que defina el destino de causas en las que no se respetó el debido proceso, lo que el cristinismo define como casos de lawfare.
También en ese marco se inscribe el cambio de ministro, aunque desde hace meses Losardo se quería ir no por falta de diálogo con el Poder Judicial, sino por el vacío que le generó su propia fuerza política. En Diputados nunca consiguió el apoyo de Massa para reformar la Justicia Federal. Y Cristina sólo la criticó.
En octubre, Cristina dijo que había funcionarios que no funcionaban. En diciembre, disparó: “A los que tengan miedo de ser ministro o ministra, que vayan a buscar otro laburo”. La vicepresidenta nunca mencionó a Losardo. Pero el modus operandi de su entorno es siempre el mismo: ella tira un mensaje general y sus colaboradores se ocupan luego de que la prensa sepa a quiénes se refería.
“Marcela no viene de la política y está agobiada”, argumentó Fernández al confirmar su adiós. Y señaló que la rosca en torno a su cargo terminó desgastando a quien fue su socia laboral durante 40 años, desde que estudiaron juntos en la Universidad de Buenos Aires. Así Losardo se convertirá en la tercera ministra en dejar su cargo en quince meses, tras los despidos de María Eugenia Bielsa y de Ginés González García.
Por la corresponsalía de Buenos Aires.