Hugo Andrade es un conocido farmacéutico de San José de la Dormida. El 8 de septiembre tuvo el resultado de su hisopado, positivo a Covid-19, después de acudir cuatro veces al hospital local por sintomatología compatible con el virus: "Me decían que era una gripe, ganglios, la garganta… me medicaban y volvía a casa. Me recuperaba unos días y volvía a sentirme mal, con fiebre, decaimiento, tirado en la cama", comparte el hombre de 49 años.
Por falta de insumos o por la razón que sea, los médicos de su pueblo se negaban a testearlo. Tuvo que exigir el estudio para que se lo realizaran: "Fue un día en que se me acalambraba el estómago de tanto toser y no me podía parar ni para ir al baño porque me caía. Me hice llevar al hospital, ahí me les planté para que hicieran algo porque yo ya no podía seguir así", argumenta.
El test dio positivo a Covid-19 por lo que fue llevado al hospital de Jesús María para hisoparlo. Pasaron cuatro días más hasta que tuvo el resultado positivo a coronavirus. Su deteriorado estado de salud hizo que quedara internado, una noche en sala común, solo, y ya a la siguiente, en terapia intensiva.
Hugo quedó muy marcado por todo lo vivido mientras se encontraba en Cuidados Intensivos. Estando en una habitación con cuatro pacientes más, cada vez que se despertaba veía una cama vacía: "Cuando preguntaba por ese paciente, me respondían que no había pasado la noche. Fueron cuatro personas las que dejaron de luchar", dice aún conmovido por las personas que a su lado iban perdiendo la batalla contra el virus.
El farmacéutico desconoce cómo se contagió. Por su profesión los cuidados siempre fueron extremos, sin embargo el virus ingresó a su cuerpo y no la pasó nada bien: "Cuando ingresé a la terapia intensiva, los médicos me dijeron que tenía una capacidad pulmonar del 20 por ciento. Una noche sentía que no me entraba oxígeno, yo luchaba queriendo respirar y no podía, hasta que llegué a decirme basta, hasta acá llegué, no lucho más porque ya no puedo más…", comparte y las sensaciones se reavivan en su relato.
Estando en esa situación, sin la familia ni los afectos, sin tener noción si es de día o de noche, sin ver rostros sólo ojos detrás de trajes de astronautas; los enfermeros se vuelven claves y esenciales en la recuperación y acompañamiento de los pacientes.
"Ellos son los que me sacaron alguna sonrisa, los que me decían una palabra de aliento y me daban fuerzas para seguir en la lucha", reconoce manifestando su total agradecimiento a los héroes que pocos ven y que son los que hoy están al frente de la batalla, cansados, agobiados, pero sin bajar los brazos.
Y en medio de toda esa situación, no faltaron los ataques hacia su familia. Cuando finalmente lo pasaron a sala común y le permitieron tener el teléfono, su mujer pudo contarle el calvario que vivía afuera por los agravios constantes de muy pocas personas.
Hugo lamenta la situación pero prefiere quedarse con lo bueno: "Al salir tenía más de mil mensajes en el celular de números que no tenía agendados, es decir que era toda gente que no conocía. Todos se ofrecían a ayudarme en lo que necesitara, desde cortarme el pasto, pasear al perro, hacerme las compras… Fueron gestos muy lindos por los que yo estoy muy agradecido a todo el pueblo y siento que no puedo pedirle nada más a la vida, yo nací de nuevo y hoy por hoy sé quiénes son mis amigos, y eso es lo más valioso que tengo".
Hugo, tras pasar momentos muy duros, reconoce que él tampoco creía en lo devastador de la enfermedad. Hoy, tras vivirlo en carne propia, pide a la gente que tome conciencia de que "el bicho" está y muy grave, por eso implora que todos extrememos los cuidados para prevenir mayores contagios.