¿Se supone que un abrazo fuerte tiene que ser suficiente para
despedir a alguien?
¿Es si quiera posible transmitir todo lo que se siente en el
instante justo en el que sabés que tal vez no vuelvan a
encontrarse por un largo tiempo otra vez?
Que cosa extraña son las despedidas.
Tal vez nunca se esté realmente listo para dejar ir eso que se
ama y es por eso por lo que cuesta tanto decir adiós.
Incluso si estás feliz porque la razón por la que se esté yendo
la otra persona es cumplir sus sueños. Porque ¿qué cosa es
más linda y placentera que ver a quienes amás lograr sus objetivos?
Aún así, qué difícil se hace decir adiós.
Hay quienes las evitan y simplemente no se despiden.
Es una buena estrategia, pero, teniendo en cuenta que jamás
se sabe cuándo va a ser la última vez, parece preferible
aprovechar la oportunidad.
Para abrazar fuerte, para agradecer, para decir todo lo que se
siente.
Que, en definitiva, hay personas que, aunque nos dejen,
jamás se van.
Pues, el amor verdadero no sabe de distancias.
Siempre que haya interés, la relación no tiene porqué
terminar.
Solo queda dejarse llevar por lo que se siente en ese instante.
Ya sea abrazando fuerte, llorando un poco o pidiendo que te
prometan que se van a cuidar.
Es importante que entiendas que las despedidas no serían tan
duras si no hubiera sentimientos de por medio.
Es por eso que hay que agradecer.
Por haber tenido la oportunidad de coincidir con alguien y de
generar tales lazos que hoy te cuesta imaginar no tenerlo
cerca.
Son difíciles las despedidas.
Pero no temas, que uno jamás se despide por completo de
quienes ama.
Las personas que están destinadas a coincidir, van a hacerlo
una y otra vez.
Y uno realmente no deja ir a quien fue importante.
Lleva una parte suya consigo siempre.
Y bueno, ni hablar de la cantidad de historias y recuerdos
que los trajeron hasta acá.
Cuesta despedirse de lo que se ama porque nunca se tiene
suficiente de lo que hace bien.
Así que:
Escribí la carta.
Abrazá fuerte.
Pedile que se cuide mucho, que te escriba, y que coma bien.
Mirá por un par de segundos a sus ojos.
Sonreíle una vez más.
Despedite físicamente, que nunca se sabe si será la última oportunidad.
Pero no te preocupes por la conexión que tienen.
Que, si es verdadera, te va acompañar siempre.
Hasta el final.