Como escapado de una novela de Soriano, el Negro Pedro Marchetta acopió numerosos capítulos de su vida en el libro biográfico escrito por los periodistas Gustavo Gutiérrez y Hugo Caric: El Negro. Así de futbolero, con tinte de cancha.
Por el fallecimiento del ex entrenador, que pasara por los principales clubes de Córdoba y de amplia trayectoria en el fútbol nacional, Gustavo Gutiérrez trazó una semblanza en Vía Córdoba, con la voz vibrante por la emoción del adiós. Se transcribe a continuación.
“El Negro Marchetta nos defendía. Fue una especie de Batman o algún otro héroe que se me pierde en la historia. Fue nuestro espadachín. Nos defendió siempre. De los que jugaban al contragolpe, de los que marcaban hombre a hombre, de los que hacían tiempo, de los que jugaban a la segunda pelota o la tiraban afuera... De los que hacían trampa”.
“Y nos inculcó que el fútbol puede tener un valor estético. Que uno no es un trasnochado si piensa en un par de pases, en una gambeta; si imagina un dribling, si tiene en claro a ese que tira una diagonal y al que nunca lo perseguirá nadie, si acepta el riego de salir jugando desde el fondo aunque vengan degollando, si sabe que el cinco es uno sólo porque con otro se molesta, y que el 10 corre menos que los otros porque al final de la tarde es el que te dará una solución para ganar el partido”.
“El Negro nos inculcó que el fútbol podía ser una sensación beneplácita para pasar el sábado por la tarde, para una jornada en paz. Con uno mismo eh. Con las convicciones, con las creencias y lo que significa el juego para algunos. Aunque la derrota te sorprende y te de un cachetazo. Aunque quedes nocaut o de lo nunca, como dicen los pibes de hoy”.
“Fue nuestro héroe. El menos pensado y al que más acudíamos. Además de maestro fue ‘troesma’, que es una categoría superior. Porque el maestro te enseña el 11 contra 11, y el ‘troesma’ va más allá. Te enseña de la vida y el Negro lo hizo con ese liderazgo paternal que ejerció en cada uno de los equipos en los que estuvo. Para que tengan ese IVA. Y los jugadores tenían ese IVA, porque defendían no sólo su idea, sino que defendían la idea del Negro. Había una concordancia entre lo que el Negro pensaba y lo que los jugadores ejecutaban”.
“Se nos ha ido nuestro espadachín, nuestro Batman, aquel que nos defendía. Nos dejó su legado, con tinta indeleble, y que dice que cada pase asociado vale lo que vale el aplauso del hincha. Gracias por todo, querido Negro Marchetta”.
“Este soy yo”
Hugo Caric, coautor del libro, también conmovido por la partida de Pedro Marchetta, lo recordó desde las páginas de la obra. “A Pedro lo conocía, sabía quien era, había hecho notas con él.... La posibilidad de hacer un libro parte de un llamado de Gustavo Gutiérrez. Me dijo ‘yo gráfica hice poco, te lo paso’. Y le respondí ‘me engancho si lo hacemos juntos’”.
“Y lo hicimos en más o menos tres meses, una linda experiencia. Pedro lo quería con celeridad, y todo era como siguiendo una cábala de las que le gustaban: buscarlo por la casa, ir al hotel al frente de la Municipalidad de Carlos Paz, sentarnos en la misma mesa y pedir lo mismo”, recapituló.
“Pedro era uno de los últimos de una especie en extinción, esos tipos del fútbol que surgieron en una época más bohemia y se adaptaron al modernismo. Sin perder la esencia, y sin creerse el inventor de la pelota, la pólvora y la imprenta al mismo tiempo, como muchos de los que ahora están al lado de un banco de suplentes. Era un tipo práctico, no un lírico. Un amante del buen fútbol pero vivo. Para plantear los partidos, para estudiar al adversario y para explotar las características de sus jugadores, una de sus grandes virtudes. Un gran motivador, y desde el humor”, ponderó Caric.
Y resaltó: “Me impresionó el cariño y la contención de la familia. Nos contaron que Pedro se había conectado de nuevo a la vida con el proyecto del libro, después del ACV del 2005, y con los vaivenes de una larga recuperación en lo físico y los sicológico. Además, conocía a todos, era amigo de todos y querido por todos, incluso figuras por fuera del fútbol como Marcelo Milanesio, Santos Falucho Laciar o los políticos. Y nos sorprendía su memoria impecable. Chequeábamos los datos y estaba todo casi perfecto. Eso nos permitió escribir un libro que iba más allá de una biografía”.
Para completar: “La máxima satisfacción para Gustavo y para mí fue cuando, una vez terminado el libro, lo leyó, nos miró y nos dijo: ‘Este soy yo’. Era un desafío escribir en primera persona, mostrar un costado no tan conocido y con un personaje que trascendió más allá del fútbol. Porque Pedro Marchetta decía las cosas cuando hay que decirlas”.