Sólido, aplomado, firme, convendido, resuelto. Talleres fue un acopio de virtudes, y las necesitaba para dejar en el camino a un gigante del continente. Y para avanzar en Copa Libertadores en un templo del fútbol.
Con una actuación convincente, el equipo de barrio Jardín se alzó con el triunfo más resonante de su historia en torneos internacionales. Una hazaña, el 2-0 del global frente al San Pablo.
Tal vez rivalice con aquel rotundo 3-1 sobre el súper campeón Peñarol de Montevido, en el mismísmo Centenario, allá por el 2001, por la Copa Mercosur.
Sin embargo, esta vez dejó nocaut en un mano a mano a un San Pablo que, aún lejos de aparecer en su mejor momento, parecía una utopía para la T.
Y los dirigidos por Juan Pablo Vojvoda resolvieron el acertijo con autoridad, y se llevaron la serie por su justiciero triunfo en el Kempes, y por el inteligente planteo para volver impotente al San Pablo en su casa. Sin recibir un gol en toda la serie y para delirio de los 3.500 hinchas que coparon el mítico estadio.
Talleres escribió una página con ribetes dorados en su rica historia. Y se ilusiona con estirar el final hasta esa ya no tan inalcanzable zona de grupos. Memorable.