A priori podría estimarse una potencial baja del valor de los mismos debido a los malos resultados productivos, a la menor liquidez del mercado y a la incertidumbre acerca del precio de los insumos y su disponibilidad (por restricción de importaciones).
Pero a esto se contrapone que en general nadie quiere desprenderse de un campo por ser un recurso escaso, que la siembra se hará con un gobierno y la cosecha con otro, que los pronósticos climáticos marcan tendencia a un posible Niño y la posibilidad que el nuevo gobierno cierre o disminuya la enorme brecha en el tipo de cambio es un aliciente para quedarse “dolarizado” en negocio agro, esperando un cambio positivo.
Final abierto por ahora pero estamos casi seguros que las negociaciones este año se adelantarán. Respecto al valor de los insumos, ya se observan bajas en fertilizantes y en algunos agroquímicos que ayudarían a bajar un poco el costo directo. Pero con la amenaza latente de que “falten cosas”, tal como salieron los semilleros a anunciar respecto a la semilla de maíz.
El equilibrio entre esperar un poco pero acelerar los negocios en los insumos más estratégicos parece ser lo razonable. Los precios de los granos siguen batallando entre los datos de oferta y demanda y los datos de la desaceleración de la economía mundial.
El conflicto Rusia-Ucrania sigue siendo un disparador de volatilidad del mercado. El mercado local en cierta manera está divorciado del mundo, por el impacto de potenciales medidas (posible dólar soja) y otras herramientas como el fideicomiso aceitero recientemente renovado. Este escenario. en combinación con la sequía mencionada (riesgo productivo) hace que existan muy pocas fijaciones físicas (forward) pre campaña si se compara con las de años anteriores.
Todo lo anterior mantiene la recomendación que ya venimos haciendo: altas posiciones de coberturas, flexibles, con bajo nivel de compromiso físico.