El ciruelo se adapta fácilmente a diversas condiciones climáticas, pudiéndose plantar hasta los 2.900 metros sobre el nivel del mar, dependiendo del cultivar. Requiere de temperaturas por debajo de los 13°C en época de reposo y de 18°C a 23°C en época de fructificación, siendo una temperatura promedio de 14°C a 15°C la más adecuada para el desarrollo normal del ciclo.
Según variedades, la necesidad de acumulación de horas de frío varía entre 100-600 y 1000 para los ciruelos japoneses y entre 700 y 1600 para los ciruelos europeos.
La humedad atmosférica debe oscilar entre 60 a 70%, para que en época de reposo mantenga frescas las yemas y en la floración el estigma permanezca húmedo y se realice fácilmente la polinización. La zona de plantación requiere una precipitación anual de entre 1000 y 1200 milímetros distribuidos dentro del ciclo vegetativo por lo que en Argentina recibe riegos importantes en su zona de siembra. Las heladas constituyen un factor limitante por el riesgo que se corre de que el fruto sea quemado cuando está en formación. Este problema puede salvarse trabajando con cultivares precoces.
Con relación al suelo, al ser el ciruelo una planta que puede alcanzar 5 a 6 metros de altura, se requiere de un buen anclaje necesitando por consiguiente, suelos profundos de aproximadamente un metro y libre de arcillas endurecidas que puedan impedir el normal desarrollo de la zona radicular. Los suelos más aptos para el cultivo del ciruelo, son aquellos profundos, sueltos, con buenas condiciones de drenaje, sin capa freática alta (los frutales de carozo requieren que la capa esté a una profundidad mayor o igual a los 80 cm durante dos o más meses en el período primavera - verano), de textura franco-arcillosa a franco-arenosa, con buen contenido de materia orgánica y pH entre 5,5 y 6,5.
La industria envasa y conserva la fruta fresca para comercializarla en el mercado interno; y produce conservas, pulpas y jugos, mermeladas, jaleas y frutos secos (con y sin carozo), para exportar al exterior.
La producción de ciruela argentina se fortalece con las acciones implementadas por el Programa Nacional de Control y Erradicación de la Mosca de la Fruta (Procem) del Senasa (Servicio Nacional Sanitario Argentino) quien realiza acciones de monitoreo, prevención y control para reducir el impacto que tiene esta plaga y las demás que se ponen de manifiesto habitualmente con pérdidas económicamente más que negativas en el sector hortofrutícola argentino.
Además, el Senasa se encarga de regular la cadena productiva, registrando y habilitando las plantas industriales y de envasado, así como de regular las condiciones necesarias para el acondicionamiento y procesamiento de la fruta. Esto permitió a Argentina posicionarse como el principal productor de ciruelas del hemisferio sur y el tercer productor mundial de ciruelas secas. De hecho, durante 2020 Argentina exportó más de 15.000 toneladas de ciruelas secas a Brasil, Chile y Rusia, principalmente.
Esta fruta, rica en agua, vitaminas y de bajo contenido calórico, se recolecta en los meses de febrero y marzo, por lo que el Servicio Nacional de Sanidad y Calidad Agroalimentaria (Senasa) recomienda su consumo.