Un clima inestable y bipolar azota al campo argentino últimamente y los trabajadores ganaderos y agrícolas han tenido que acostumbrarse a trabajar desde hace año bajo una atmósfera enrarecida.
Los especialistas coinciden: Los fenómenos extremos aislados, como la sequía o las inundaciones, no son consecuencia directa del cambio climático, pero una mayor frecuencia de estos fenómenos y un aumento en su intensidad, sí lo son. En el país, especialmente, esto repercute directamente en la economía, especialmente agropecuaria.
"Estamos viviendo en carne propia lo que los científicos nos contaban que podía generar el cambio climático", dice a La Nación Federico Bert, director de investigación y desarrollo de Consorcios Regionales de Experimentación Agrícola (CREA).
"Lo particular de los últimos tres años es que vivimos extremos: en muy poco tiempo pasamos de una punta a la otra. De un año de inundaciones que afectan a muchísima gente y a la producción, de repente, entramos en una sequía, que en términos de lluvia caída fue histórica. Terminó la sequía y empezó a llover. En gran parte del país. Durante veinte días", agrega.