Desazón, tristeza e impotencia son algunas de las emociones frecuentes a la hora de ver fútbol, sobre todo los dos primeros partidos de la Selección Argentina en el Mundial de Rusia. Y si bien para los adultos las derrotas del equipo nacional pueden ser desoladoras, con mucha más intensidad las viven los niños entre 7 y 12 años, quienes disfrutan por primera vez de un mundial.
Franco Rossi Dallas (10 años) llegó muy desanimado al partido contra Croacia, ya que el empate con Islandia le había quitado toda esperanza. Su mamá, Soledad, lo llamó del trabajo después del primer gol croata, y del segundo, pero no pudo hablar con él hasta después del tercero.
"Cada jugada era una decepción. Se angustiaba más. Al tercer gol lo llamé y hablé con él: estaba indignado. No podía manejar la frustración y la angustia que le generó el resultado", dice Soledad a La Nación.
"Los chicos respiran el clima emocional de la casa. Ellos no digieren lo que a nosotros nos cuesta metabolizar. Pensemos en las altas expectativas con las que los adultos introdujimos a estos chicos en el ambiente del Mundial. La diferencia es que los adultos tenemos otros recursos para manejar las expectativas frustradas. Pero los más chicos, los que viven su primer Mundial, sienten que hay una fiesta que termina abruptamente, de la peor manera. Por eso, como adultos tenemos que ser más inteligentes en cómo manejamos las pasiones", dice Mónica Cruppi, terapeuta de niños y miembro didacta de la Asociación Psicoanalítica Argentina (APA).