Una tormenta inusual sacudió a Rosario este fin de semana con una intensidad poco habitual. Los registros oficiales indicaron que entre el sábado y las primeras horas del lunes cayeron 137 milímetros de agua, cuatro veces más que el promedio histórico del mes de agosto, de apenas 33,5 mm.
El diluvio no fue en ráfagas, sino sostenido, y alcanzó su clímax con granizo que sorprendió a muchos, acompañado por ráfagas de viento que llegaron a los 57 km/h en algunos sectores. Las cuadrillas de Protección Civil ya registraron 73 reclamos a través del 103 por anegamientos, cables caídos y árboles derribados. También hubo cinco denuncias por voladura de techos.

La intensidad del agua complicó la circulación en varios puntos clave de la ciudad. Así, las calles más bajas quedaron imposibles de transitar y unas 100 cuadrillas municipales salieron a toda máquina para restablecer la normalidad.
Lo que muchos creían un mito se convirtió en una realidad palpable. La tormenta de Santa Rosa es más leyenda que previsión, pero este año pareció cobrarse el protagonismo que suele atribuírsele en los cuentos de remembranza.
Históricamente, el fenómeno se relaciona con una ciclogénesis: choque entre masas de aire frío y cálido que desata lluvia abundante. En esta ocasión, el sistema cumplió con creces, descargando sobre la ciudad lo que jamás se había visto en tan poco tiempo.
La región agrícola también sintió el impacto: según la Bolsa de Comercio de Rosario, la tormenta afectó a gran parte de la región núcleo y puso en riesgo cultivos de trigo y maíz. Se espera que las lluvias alteren tanto los rindes como los ingresos proyectados.

Tras el temporal, llegó la calma. El lunes amaneció gris y frío. La sensación térmica cayó por debajo de los 4 °C temprano, y el pronóstico indica que las primeras horas del semana serán templadas, con algunas nubes dispersas.