Faltan unos minutos para las 8 de la noche en un martes gélido en Rosario. Temperatura inusual de acuerdo a los últimos inviernos que en la Cuna de la Bandera han pasado sin pena ni gloria. En la estación de servicio de avenida Francia y Santa Fe van llegando de a poco los voluntarios. Más abrigados que de costumbre, son los soldados de un ejército de hombres y mujeres que dos veces por semana se fijan el objetivo de repartir raciones de comida caliente por las calles.
La tarea la realizan bajo la bandera del Movimiento Solidario Rosario (MSR), entidad que hace más de una década intenta ayudar a aquellos que no tienen techo brindando abrigo, alimentos y capacitación para acompañarlos en el proceso de búsqueda de empleo para cambiar sus vidas.
"Un día llegué a casa y mi marido me dijo '¿Gordita por qué no vas?'. Así arranqué primero como voluntaria y hoy es una actividad que no cambio por nada", relata "La Colo", como le gusta que la llamen. Ella es la coordinadora del grupo que distribuye las raciones de comida en la zona de Terminal de Ómnibus, el sector con más personas atendidas. La tarea se realiza martes y jueves.
"La asignación no alcanza, yo trabajo vendiendo medias y pañuelos, pero se hace muy difícil. La comida que nos brindan nos da una mano enorme", dice Clara, que vive en Empalme Graneros, a donde vuelve en la noche, bien tarde. Junto a su hijo patean la calle para hacerse de unos pesos y nunca faltan a la cita con los voluntarios del MSR para recibir una porción caliente.
En un año complejo en materia económica, desde el movimiento aseguran que han tenido que duplicar las raciones. "Hace un año llenábamos 150 bandejas, hoy 300. La situación es muy difícil", manifiesta Graciela, una jubilada que junto a su esposo son los encargados de cocinar martes y jueves en la sede de la fundación en Italia al 1800.
Desde las 13 Graciela y Federico, nacido en Uruguay pero rosarino por adopción se las ingenian para preparar el menú "con lo que hay". El martes en que Vía Rosario llegó a la cocina centralizada, se encontraban sirviendo las raciones. Fideos con crema y verduras fue la opción elegida. "Nos donaron varios baldes de crema y salimos al ruedo con eso. Hay días que las porciones son más sabrosas, depende la mercadería con la que contemos", mencionó el hombre mientras lidiaba con las ollas.
Una a una se apilan las bandejas con extrema prolijidad en las cajas. Separadores, en realidad simples hojas de diario, sirven para organizar las raciones y además ayudan a conservar el calor de cada porción. Emanuel, un estudiante oriundo de Firmat es quien supervisa la tarea que tiene que estar lista a las 19.20. A ésa hora, una camioneta de la Guardia Urbana viene a buscar las cajas y se encarga de llevarlas a cada punto de entrega.
"Tengo una hora de viaje. Llego y me voy contento. Es hermoso hacer esto por lo demás", el testimonio es de Raúl. Tiene 68 años y es jubilado de la construcción. Vive en el extremo sur de Rosario y eligió la zona de la terminal en marzo, cuando se vinculó al movimiento, para tratar de regresar rápido a casa luego de repartir la comida. "Vi por la tele el trabajo que hacían y decidí acercarme. No me arrepiento", asegura.
La entrega de las raciones entrelaza calles y cortadas del barrio Luis Agote. Cuidacoches, cartoneros, simples hombres y mujeres acostumbrados a los golpes a pasar la noche en la calle, de la que en algunos casos no quieren irse, reciben con afecto el paso de los voluntarios, quienes además recogen pedidos que se encargan de conseguir en la semana. Medias, zapatillas o algún abrigo para los pequeños, es lo que más solicitan. "Hoy no tengo tus zapatillas, Gustavo. Se nos está complicando mucho conseguirte un par, paciencia", le dice "La Colo" a quién sale a su encuentro frente al Hospital Centenario.
La tarea concluye entre las dársenas de la terminal. Sitio elegido por un universo de personas que buscan allí un cobijo frente a las inclemencias del frío. Los voluntarios de MSR se cruzan con padres de una escuela secundaria que también fueron a repartir comida y bebida caliente. Se funden todos en un abrazo. Comparten datos y algunas anécdotas. Termina el reparto pasadas las 22. Entre bufandas y gorros todos vuelven a casa con una sonrisa.
¿Cómo ayudar? Para ser voluntario o acercar donaciones: Italia 1828, teléfono 0341 482-1159