"Que no me despierten", aseguró al borde de las lágrimas el rosarino Federico Coria nada más entrar en la sala de prensa de Roland Garros, en el mismo lugar donde su hermano Guillermo se desplomó en llanto tras caer contra su compatriota Gastón Gaudio en la final de 2004.
"Estoy viviendo mi sueño", agregó el jugador de 28 años, que tenía 12 cuando acompañaba a su hermano en aquella ocasión y que, tras una carrera difícil, ahora acaba de lograr un histórico pase a tercera ronda en París tras derrotar al francés Benoit Peire por 7-6, 4-6, 6-3 y 6-1.
El pequeño de los Coria desprende la emoción en cada frase, amaga con el llanto, se disculpa por no responder en inglés y repasa su vida, su cercanía con Guillermo, al que considera "un ídolo", y ahora, ya maduro, la consecución de sus sueños.
"Estar en tercera ronda, ganar a un 'top 30' francés,... no me lo puedo creer. Me cuesta mucho confiar en mí, creerlo, pero aquí estoy con buena mentalidad y actitud", señaló. Coria es una de las sorpresas de esta edición del torneo, pero sabe que no lo es por su precocidad.
"Tengo 28 años pero tengo las ganas de un chico de 18. La vida me sigue poniendo oportunidades y hago todo para agarrarlas. En otro momento de mi carrera sería más defensivo, hoy voy más a buscarla. Hice un partido inolvidable", aseguró.
Repasó su vida, las dificultades que encontró para encadenar victorias mientras otros compañeros de generación, como Diego Schwartzman, avanzaban más rápido, las dudas que eso le generaban y que a punto estuvieron de sacarle del circuito porque, como dijo, "en un momento te ves grande y no avanzas".
Ahora vino la oportunidad, "maduro pero rejuvenecido", peleando con los miedos y los vértigos de transitar por el camino por el que ya estuvo su hermano, que llegó al número 3 del mundo y que, por su carisma, sentó a muchos espectadores delante del televisor. "En mi hermano pienso todo el tiempo, dentro de la cancha pienso un montón de veces cómo lo haría él. Crecí viéndolo, es mi referente, mi ídolo, me encantaría jugar como él", afirmó.
Y vuelve a su carrera, a los momentos duros, a recordar que el año pasado apenas podía apuntarse a torneos porque el dinero ya no le daba y el tenis le mostraba la puerta de salida. Y se aferró. Ganó algunos partidos y recuperó fuerza y motivación, hasta llamar a la puerta del top 100, lo que volvió a despertar miedos y vértigos.
"Decidí invertir en mí", recuerda ahora, cuando repasa que a principios de año, en Australia, contrató a un psicólogo, decidido a mirar de frente sus temores, la única forma que hay de combatirlos. "Estoy rompiendo muchas barreras mentales, intentando confiar en mi. Antes, venir a Roland Garros me generaba pánico. Ahora sentía que necesitaba un plus y traté de superar los miedos. El primer paso es reconocerlos y exteriorizarlos", manifestó.
Ahora quiere seguir soñando. Su siguiente rival saldrá del duelo entre el francés Benjamin Bonzi, procedente de la fase previa, y el italiano Jannick Sinner, el jugador más joven del cuadro.
(Por Luis Miguel Pascual - EFE)