La historia de una curiosa cabaña de madera en Chubut tiene un largo pasado detrás. Sus orígenes se remontan al siglo XIX, cuyas respuestas se puede encontrar en Estados Unidos, cuando dos leyendas bandoleras eran intensamente buscadas por la policía.
Mientras nacía la leyenda del Lejano oeste -fielmente retratado con cowboys, tabernas y el expancionismo a territorios inexplorados-, dos ladrones eran el blanco de la ley y el orden: Robert Leroy Parker, mejor conocido como Butch Cassidy, y Harry Longbaugh, mejor conocido como The Sundance Kid, acusados de asaltar trenes y bancos.
Sus rostros estaban retratados en los famosos folletos policiales, con una recompensa para quien los entregue: vivos o muertos. Los robos que organizaban los volvieron un mito, y por esto debían huir. Una agencia muy famosa, llamada Pinkerton, se obsesionó con encontrarlos y debieron salir de Estados Unidos.
Desde la cuenta de Twitter Periodistán (@periodistan_), realizaron un hilo retratando esta particular historia y su conexión con la tierra patagónica. La publicación fue un éxito por lo atrapante del camino que desarrollaron estos bandidos.
La historia de los ladrones del Lejano Oeste que huyeron a Argentina
El destino que eligieron fue Argentina. En aquellos años, la Patagonia necesitaba pobladores tras la Conquista del Desierto, que liberó los terrenos de los habitantes originarios de la zona; el gobierno publicaba en revistas internacionales este pedido, exaltando las virtudes del lugar.
De esta manera, Butch y Sundance logran escapar con los agentes pisándoles los talones y llegaron a Buenos Aires en 1901. Tras permanecer poco tiempo en la ciudad, con identidades falsas y mucho dinero robado, ambos se van rumbo al sur, donde nadie pudiese encontrarlos.
En esta travesía conocen a una mujer hermosa, llamada Etta Place, quien comenzaría una relación amorosa con Sundance. La joven rápidamente se les unió y comenzó una nueva vida con ambos criminales en la Patagonia.
Se establecieron en la famosa cabaña ubicada en Cholila, un pueblito muy pequeño de Chubut descrito como un paraíso. Este tridente (del cual se rumoreaba la existencia de una relación poliamorosa) se abocó a la ganadería: adquieren 300 cabezas de ganado, 1.500 ovejas, 28 caballos.
¿Qué consiguieron? Una vida de ensueño a orillas del Río Blanco, al lado de Los Andes. Sólo 14 familias vivían en Cholila. En el medio de la nada... ¿Quién los podía encontrar? Para desgracia de ellos, la agencia Pinkerton, pues se trataba de detectives profesionales de otro nivel.
Los detectives estadounidenses encuentran en Chubut a ambos delincuentes
Estos agentes estadounidenses primero se enteraron de que habían embarcado rumbo a Argentina porque acceden a la correspondencia con sus familiares, por lo que parten rumbo al territorio albiceleste. Es así como en 1903 arriba a Buenos Aires el detective Frank Dimaio.
Una pista clave lo llevó a la Patagonia: se trató de una foto en un periódico de la zona donde se los ve a los dos rufianes junto a la mujer. El historiador Marcelo Gavirati, en su libro “Buscados en la Patagonia”, cuenta que ambos ya llevaban vida de hacendados, tomaban mate y tenían amigos.
Un dato no menor es que eran cercanos a un comisario de Estados Unidos; paradójico. En fin, siguiendo con la historia, cuando estos criminales se enteran de que un espía estaba siguiéndoles el rastro, supieron que debían fugarse.
La cabaña de Cholila quedó desocupada. El misterio todavía envuelve este domicilio de madera incluso 120 años después. Para llegar, hay que cruzar una tranquera y encontrarse con la historia de ambos famosos bandidos que marcaron la historia en los confines de la Patagonia.
Se retrataron películas con este mito, en las que adjudicaron a Chile como su siguiente destino. Según se cree, entonces, cruzaron al país vecino en tren rumbo a Valparaíso, pero el dinero se les empieza a terminar, así como su tranquila vida.
Los bandidos regresan a la Argentina y vuelven a sus días de robos
Con cada vez menor ahorros, vuelven a aquello en lo que eran expertos: la planificación de robos; entonces, ingresan al Banco Nación de Villa Mercedes, de San Luis, con un plan perfectamente pensado y ejecutado.
Por su parte, Etta Place regresa a Estados Unidos, cuya vida se convirtió en un misterio. Los bandoleros, en tanto, terminan en Bolivia, muy cerca del salar de Uyuni, donde Butch Cassidy se emplea en una mina de estaño.
Butch y Sundance mueren en Bolivia
Sin embargo, es difícil alejarse de los viejos hábitos, porque nuevamente desarrollan un asalto, pero esta vez en un correo. Ahora bien, la planificación no los ayudó y esta vez los encuentran: estaban en el pueblito llamado San Vicente.
Su historia termina allí, en 1908, cuando mueren juntos. No se sabe si las causas fueron porque las balas los alcanzaron o si se suicidaron, pero la leyenda llega a su fin; hoy por hoy no queda ningún testigo vivo que pueda relatar su trayectoria directamente, por supuesto, pero sí una vieja cabaña escondida en Chubut.