La histórica ciudad de Santa Ana fue -en la tardecita del sábado 14 de marzo-, el cálido epicentro de la actividad que dio cierre a la "Semana Ramón Ayala, 93 años de Luz", este ciclo de actividades cuyo objetivo cumplido fue homenajear al notable artista ante un nuevo aniversario de su natalicio, ocurrido el pasado 10 de marzo.
El tributo había arrancado ya el martes, dando rienda a una serie de acciones ideadas por Alejandro Kowalski, cuyo proyecto contó con el apoyo de la Secretaría de Estado de Cultura, el Parque del Conocimiento, la organización civil Santa Ana Viva, la Municipalidad de Santa Ana y el Instituto de Fomento Agropecuario e Industrial de la Provincia de Misiones y otros espacios.
El itinerario comenzó en una vivienda que perteneciera al fotógrafo Julio Wolheim, tío de Ramón Ayala. Aquí, bajo la exuberancia vegetal de mangos y chivatos que albergaron siestas y noches ardorosas, el "Mensú" no sólo pasó parte de su infancia, sino que fue en este lugar donde por primera vez tomó contacto con una guitarra.
Al llegar, junto a una extensa comitiva, con visible emoción el artista homenajeado recorrió la vivienda y se sentó en aquel patio en el cual sus sueños de cantor se echaron a volar. Fue en ese momento, cuando el intendente Pablo Castro, junto al presidente del Honorable Concejo Deliberante de Santa Ana, Leonardo Acosta, le hicieron entrega de una copia de la ordenanza que lo declara Ciudadano Ilustre y Huésped de Honor de Santa Ana. Fue en ese instante en el que de la voz de Ramón surgió intempestivo el canto de una estrofa de "Espejismo", rasguido doble que evoca una historia amorosa enclavada en este pueblo.
En la casa de la familia Wolheim, tuvo lugar otro gran momento de la tarde, cuando el jovencito Matías Krieger, prodigioso cantor local, le obsequió a Ramón fragmentos a capella “El Mensú” y “Cosechero”. La actividad prosiguió con una caravana a través de un conjunto de sitios históricos de Santa Ana –que la organización Santa Ana Viva busca poner en valor– y dio por finalizada en la casa de la familia López, dónde tuvo lugar una merienda que propició el mágico homenaje que el conjunto Los Prieto, oriundo del pueblo de Loreto, entregaron a Ramón para deleite de toda la concurrencia.