Alejandra Vizgarra es Docente de la Escuela 1209 “Provincia de Chaco”. Tiene 34 años y desde los siete que conoce la escuela de Cabín 9. Allí hizo la primaria, la secundaria y desde que se recibió trabaja en la Institución que es como su segundo hogar. En el día del Maestro, dialogó con Vía Pérez sobre su trayectoria y como anima a sus alumnos para alcanzar la meta.
“Me conozco todo, cada rincón. Hice toda la primaria y secundaria allí y soy la segunda promoción del polimodal. Cuando estaba en 5° año y no sabía qué rumbo tomar, llegó una beca a la Casa de la Cultura para el mejor promedio, que era yo. Me había anotado para estudiar para maestra en el Normal”, explica con la serenidad que la caracteriza.
La familia de Alejandra no estaba bien económicamente, y esa beca vino como anillo al dedo. “Yo no tendría que pagar nada en el colegio privado, pero sí me exigían que me saque 3 en todo. Lo más alto era 5. El promedio en toda la carrera fue 4,75 y me recibí a los 21 años”, señala.
La primer escuela en la que se anotó después de recibirse fue la de su barrio y la llamaron ese mismo día para hacer un reemplazo. “La primera que me recibió fue Analía, mi maestra de segundo grado”, dice con orgullo. “Yo nunca perdí el contacto con la escuela porque cuando estudiaba magisterio me ayudaban cuando tenía que preparar alguna clase”.
“Para mí es algo especial, es mi casa”, explica convencida. Alejandra señala que muchas veces hay prejuicios con respecto al barrio. “Algunos vienen, titularizan, están dos años y se van. Ella sin embargo no lo cambia por nada.
“El otro día me pasó que una de las nenas me dice: - ¿a vos te gusta lo que hacés?. Le respondo que sí. Y me contesta: - se te nota”. La alumna se refiere al ambiente de trabajo, porque enseguida acota: - pasan volando las horas con vos, ¿cómo puede ser que pasen tan rápido?”.
“Es importante todo lo que uno puede llegar a enseñarles. Ellos se dan cuenta de cómo es uno y si vas, es porque realmente te gusta lo que hacés. Pienso que la parte humana nunca se olvida, es la que queda ahí. Yo siempre les digo que ellos pueden”, dice esperanzada de que los suyos consigan volar alto.
A pesar de la realidad que tengan, de los pocos recursos que tengan, Alejandra les dice a sus alumnos que “siempre va a haber una puerta que se abre o alguien que les va a dar una mano o que los va a ayudar. Yo no sabía que iba a poder estudiar dada la situación económica de mi familia, sin embargo la vida me fue abriendo el camino. Me estaba esperando la escuela”, puntualiza.
“Si yo pude, ustedes también pueden”
La docente de Cabín 9 explica que hay problemáticas que están en todas las esferas. “Siento que no hay motivación, y se quedan con la idea de: “porque soy de Cabín 9 no podés. Si yo pude, ustedes también pueden”, los anima.
“Yo tenía las mismas necesidades que ellos cuando era chica pero mi mamá era muy exigente. Mi papá hizo hasta tercer grado. Mi mamá no fue a la escuela, de grande recién hizo la nocturna, pero le decía a mi maestra de segundo grado: señorita, usted cuando algo está mal póngalo en rojo y si está bien, póngalo en verde”. Es así como su madre sabía si exigirle o felicitarla.
Su madre le explicó que la escuela era lo que la iba a sacar adelante, “le dio un valor a la escuela y a la educación, por eso ahora puedo decir que los chicos a lo mejor tienen las mismas necesidades que yo pasé pero no veo el valor de exigirse y estudiar que es la forma de salir adelante. Es triste y ojalá que esto cambie”.
“Uno no tiene que perder la esperanza de que van a poder. Pienso que siempre a alguno le llegan las palabras y alguno va a escuchar. A lo mejor si tuvieran más cubiertas sus necesidades como familia, ya sería otra la situación. Hoy en día son los dos papás que tienen que salir a trabajar y quedan los chicos solos”.
“Entro al salón y entro a otro mundo”
Alejandra tiene dos grupos de alumnos en 7°: “en un grado tengo 22 y en el otro 25. Los dos grupos que tengo ahora son hermosos”. Explica con ilusión que hace poco salió del salón y le dijo a su compañera: “qué feliz me siento. El hecho de estar con los chicos y comprobar qué lindo es cuando uno ama lo que hace y lo hace desde el alma. Poder sentir esa adrenalina o emoción que te genera más allá de lo que es explicar un tema o buscar la manera de que ellos lo entiendan”.
“Probar cosas distintas siempre”
Una docente que nunca guarda las carpetas al finalizar el año porque no quiere repetirse. “Es cuestión de buscar, armar y ver otras herramientas y que sea algo significativo para ellos también. Obviamente con los recursos que tenemos. No quedarme en la realidad de que no puedo porque son de Cabín 9″.
A veces Alejandra siente pena por los chicos que no terminan o no llegan a la meta, “porque a lo mejor solo termina un solo curso de 5° año. Todos los chicos van quedando en el camino. Ojalá eso cambie. Así como ahora largamos siete séptimos grados, que lleguen los siete de acá a quinto año y puedan tener una continuidad”.
“Cuando uno ama lo que hace el otro lo siente y no son alumnos, son parte de nuestra vida”
Hubo momentos donde Alejandra tuvo que pasar por situaciones familiares difíciles, “estuve muy triste pero yo pensé: tengo que dejar mis problemas en la puerta, no puedo llevarle estos problemas a mis alumnos. No son alumnos, son parte de nuestra vida”, dijo convencida.
La escuela tiene miles de alumnos, pero detrás de esos miles existe “cada uno”. La docente comenta ilusionada que el año pasado logró que puedan tener unas clases por meet y una alumna le contó que su mamá tuvo que cargar $100 de crédito en el celular para que pueda asistir a clase.
La docente le pone garra pero a veces faltan recursos. “Lo tecnológico ocupa hoy un lugar importante. Haría mucha falta una sala de informática. Me gustaría poder enseñársela a los chicos dentro de la escuela y que aprendan por ejemplo a hacer un curriculum”, explica.