Alejandro Elizalde, es profesor de Educación Física, con posgrado en Actividad Física y Deporte en la Universidad de Flores (UFLO) de Buenos Aires, cuenta además con formación específica como entrenador a través de los cursos NEVA niveles 1, 2 y 3. Su recorrido profesional está marcado por la capacitación permanente y una mirada integral del básquet, enfocada tanto en el rendimiento como en la evolución personal de los jugadores.
Desde el cuerpo técnico destacan que uno de los aspectos más gratificantes del trabajo es observar la transformación de los jugadores a lo largo de la temporada. “Ver cómo llegan el primer día de pretemporada y cómo terminan al final del año, desde lo físico hasta la comprensión del juego y la identidad del equipo, es lo más lindo del proceso”, coinciden.

Continuidad y crecimiento del club
Esta temporada representa un punto especial para el proyecto, ya que es la primera vez que se logra una continuidad extendida del cuerpo técnico, algo poco habitual en el básquet argentino. “Disfrutamos la temporada y el progreso que ha tenido el club. No se trata solo de buenos momentos o campañas aisladas, sino de construir estabilidad y continuidad”, remarcan.
La relación entre Elizalde y González también tiene un fuerte componente humano y formativo. El padre de Alejandro fue quien formó a Chuzo en sus primeros pasos en el básquet, generando lo que ambos describen como un “triángulo del conocimiento”, donde la experiencia y la exigencia se transmiten de generación en generación y hoy confluyen en un mismo proyecto.
Entrenamiento, exigencia y compromiso
Uno de los diferenciales del equipo fue la intensidad del trabajo: entrenamientos nocturnos y dobles turnos diarios, una dinámica más común en categorías profesionales como la Liga Nacional o la Liga Argentina que en el nivel en el que compite Quique. “No es habitual, y fue un plus enorme para el equipo”, destacan desde el cuerpo técnico.
Además del aspecto deportivo, el proyecto pone el foco en la formación integral. Desde la conducción técnica se impulsa que todos los jugadores trabajen o estudien, entendiendo que la educación y la cultura del esfuerzo son tan importantes como el rendimiento en cancha. “Un jugador formado y educado es otra cosa. Sería mezquino no exigir eso”, sostienen.
Mirar a largo plazo
La idea central es mantener una base de jugadores que permita profundizar el trabajo año tras año, evitando comenzar desde cero cada temporada. El objetivo es claro: respetar los procesos, fomentar el juego colectivo y construir un grupo con ganas de mejorar y aprender.
“Ganar o perder es una circunstancia. La mayor satisfacción es entrar a la cancha con un equipo trabajado, comprometido y convencido de lo que hace. Que el triunfo sea una consecuencia del trabajo”, resumen.
El cuerpo técnico también valoró el acompañamiento de la dirigencia, el esfuerzo de la comisión directiva y el compromiso de los jugadores, entendiendo que el crecimiento del club es un trabajo colectivo. En ese marco, agradecieron la confianza mutua y la apertura para construir un proyecto que trascienda lo deportivo y apueste al futuro del básquet en Paraná.































