Antes de comenzar a hablar con Eduardo Heim, fundador del Munich, lo vemos nervioso y algo emocionado. Su voz es muy amigable y nos cuenta con pasión cómo fue llegar a tener un establecimiento que es reconocido a nivel nacional sin exagerar. Muchos afirman que el Munich es mas conocido que la aldea misma donde está emplazado desde 1970.
Nos acomodamos en una mesa del Munich y Heim nos comenzó a contar: "Comencé con un barcito, con poquitas botellas. Fue en 1970, yo era aún soltero, fuí a un negocio de la aldea y le dije si me podía dar mercadería a pagar en plazos y así un 8 de febrero de ese año comencé". El bar en esa época eran 2 mesitas y 10 sillas que habia comprado con una plata ahorrada. El resto de la mercadería eran caramelos y algunas cajas de bebidas que le mandaron sus hermanas desde Buenos Aires. El local inicial era alquilado, a la señora Elda Fontana de Erbelé, frente a donde funciona actualmente el comedor y por varios años funcionó el bar Munich hasta que logró comprar un terreno a doña Elda y comenzó a construir su local propio.
"Como me dijeron que me iban a dar fiado traje todo en un carro y comencé a trabajar. Desde ahí siempre he ido creciendo". Una de las claves de Eduardo es la innovación y recuerda que ademas de la mercadería incorporó "una mesa de carambola que me prestó un amigo, un metegol y una mesa de billar, que me dieron a pagar en 6 cuotas". Pensándolo a la distancia uno imagina que para la época y el lugar el Bar Munich tenía todo para poder entretenerse y convertirse en un espacio obligado de socialización de la aldea y sus alrededores.
La aldea por ese entonces tenía el acceso de tierra, pero el bar siempre tenía novedades que llamaban mucho la atención y lo hacián crecer en fama y ventas. "De a poco fui incorporando un tocadiscos, un televisor armado de mi cuñado de Buenos Aires en donde se veían los partidos, las peleas de box", recuerda Heim. "Tenia abierto viernes, sábado y domingo hasta altas horas y de corrido. Los domingos a la mañana había misa, a las 6.45 y a las 9 entonces cuando salia la gente de la iglesia que quedaba al frente del bar "cerrabamos las persianas hasta la finalización del oficio religioso cerca de las 9, un poco por respeto y otro poco, tal vez, para proteger la intimidad de los parroquianos"
"Teniamos discos actualizados, unos amigos me traían los mas escuchados de la época. Poniamos un parlante afuera y compartíamos música para todo el barrio", recuerda sonriente este nieto de inmigrantes que nos cuenta que toda su vida fue trabajo y proponerse metas. Además del bar, Eduardo siempre era materia dispuesta para cualquier otra actividad, nos dice que desde joven siempre fue muy "guapo".
Cuando le preguntamos por sus padres y abuelos habla de su mamá y nos cuenta que era una gringa que trabajaba mucho y era una cocinera de primera. "Ella tenia las recetas propias de los alemanes del volga, también bordaba para gente y surcía ropa. Era una mujer que hacía de todo". De chico su familia siempre tuvieron quinta, arboles frutales, chanchos. "Todo se iba manejando y plata siempre era poca", recuerda Eduardo.
Y ahí vuelve a su creación, el bar. Orgulloso nos cuenta que fue el primero en traer helado Noel, chop de Paraná y hasta una vitrina con una cortadora de fiambres que según cuentan, los vecinos pasaban por el Munich para ver por la vidriera. Así siempre fue Heim, con su cabeza puesta en subir la apuesta, en mejorar y trabajar. Porque nos confiesa que él no siempre pudo vivir del bar comedor, tenía que hacer siempre otros negocios o trabajos para complementar y seguir avanzando. Y en esto es un agradecido nos confiesa, ya que gracias a las ayudas que consiguió de amigos y gente que creyeron en él siempre pudo avanzar.
"Cuando comencé en la década del 70 esta entrada era camino de tierra y el Munich estaba en una casa que alquilaba a una vuida que ayudó mucho. Ella fue la que me ofreció venderme el terreno donde yo armé mi local, donde ahora se encuentra el Munich. Yo siempre cumplí en todo con ella y seguramente mi alquiler fue algo que le ayudó a ella para criar a sus hijos. Doña Elda siempre me tuvo mucho afecto y cuando yo estaba ella quería estar cerca mío, yo la considero como mi segunda mamá".
El Munich se encuentra en una esquina casi al final de una avenida asfaltada de ingreso a la aldea Brasilera. En esa esquina antes había una estación de servicios con surtidor de nafta y otro de kerosene con dos tanques enterrados. "Una vez que comenzé a construir los sacaron, me hubiera gustado haberme quedado con uno de los surtidores de recuerdo", nos comparte nuestro entrevistado.
"Fui ladrillero, donde había trabajo yo iba, trabajaba muchas horas y dedicándole tiempo a este bar comedor. Pero no podía vivir solo de esto. También tuve cria de conejos, en la época que se estaba dejando de producir. En los 90, yo empecé cuando iba declinando la actividad". Siempre inquieto nos relata que también supo tener una tienda "pero la fui dejando de a poco y todo lo que tenía ahí lo fui donando a iglesias o capillas". Hoy nos cuenta que su mujer Irene Domé es la que lo ayuda a administrar y le pone un freno de mano a él y sus proyectos ella me dice: "tranquilo ya tenes varias cosas, con calma" "Estoy mas tranquilo ahora, me acelero demasiado y me hae mal , mi señora maneja los bancos, los pagos a proveedores. Está con el tema de los numeros y con ella pude desligarme varias cosas".
Eduardo e Irene se casaron en 1982 y fue ella la que con su mirada amplía la carta del comedor y pone mas variedad afirmando el éxito culinario del lugar. Con dos hijos Exequiel y Jorge los Heim siguen trabajando diariamente para que el Munich siga progresando e innovando.
Mientras habla Heim se lo nota emocionado y nos cuenta que tiene muchos amigos, algunos de muy lejos como de Varsovia que cada tanto venían al país para llegarse hasta Entre Ríos y compartir la mesa en el Munich. Con respecto a la fiesta aniversario nos confiesa: "no me lo tendria tomar tan a la tremenda". "Mi familia siempre me apoyaba. Trabajamos bien, tenemos muy buen personal". Con respecto a sus gustos culinarios nos cuenta que el prefiere las pastas y la carne y un poco mas lo dulce. Hace mucho que no come cosas ácidas porque le cae mal. A la hora de dar una sugerencia a quien quiera vistarlos él sugiere carne asada al horno ó lechón.
"Me encanta cuando veo que hacen y si yo tengo que colaborar ayudo". Mientras seguiamos charlando el bar se fue llenando de aromas de comida alemana con algunos platos criollos que es lo típico de una aldea donde los descendientes trajeron sus comidas y adoptaron las recetas locales. No queriamos quitarle mucho tiempo a Eduardo y casi al terminar la charla nos confiesa: "Tenía un sueño, que esta calle fuera una peatonal llena de negocios, floreciente y llena de gente", y al decir verdad este hombre todo lo que se propone lo lleva adelante, porque el sábado 22 de febrero el Bar Munich cortó la calle, armó un gran escenario y convocó a todos los vecinos a una gran fiesta donde se reunieron muchos de los protagonistas de estos 50 años de un bar comedor emblemático de la costa del Paraná. Salud bar Munich, muchas historias hay para contar todavía de este lugar que Eduardo Heim junto a Irene soñaron y fueron construyendo desde hace 5 décadas.