Con el inicio de septiembre se activan una serie de medidas del Gobierno que combinan aumentos de tarifas y servicios, con rebajas impositivas y desregulaciones que operan a modo de compensación, con el objetivo de sostener la caída de la inflación para ubicarla en un umbral cercano al 3%.
Entre esas decisiones se destaca la baja de la alícuota del Impuesto País de 17,5% a 7,5% para la importación de bienes y fletes que apunta a una reducción en el costo de los insumos para la producción y también de productos terminados, que de esta forma competirán de manera directa con la manufactura nacional.
Aunque la medida fue bien recibida por el sector empresario, no hubo declaraciones contundentes sobre una baja sustantiva de los precios atentos a que aún existen variables que siguen ajustándose al ritmo de inflación como combustibles y tarifas.
De acuerdo a un trabajo del Instituto Argentino de Análisis Fiscal (IARAF) el recorte de la alícuota de este tributo impactaría en los precios finales en 1,14%, 2,3% y 3,4%, según la carga tributaria que pesa sobre cada segmento de actividad.
A esta medida hay que añadirle la decisión de reducir trámites y aranceles para la importación de acero y aluminio y también del conjunto de insumos que utiliza la industria alimenticia, especialmente para la producción de packaging, un componente de incidencia en el precio final.
Por otro lado, ya impacta la eliminación de la retención de IVA y Ganancias sobre las compras en comercios, lo cual les da una mayor capacidad de financiamiento.
Este oxígeno puede ser importante para sostener, aunque sea en parte, los precios de los bienes ante los aumentos de costos que, por otro lado, se desatan por las subas de los precios regulados por el Gobierno.
En ese sentido a partir del primer día del mes los combustibles sufrirán un ajuste del orden de 4%. Este aumento incluye la devaluación de 2% que se acumula cada mes, más aproximadamente 1% por la actualización parcial del impuesto a los combustibles y algún punto adicional por la recomposición de la rentabilidad de las empresas.
A su vez, las tarifas energéticas podrían aumentar hasta un 5% luego que el viernes el Gobierno nacional publicó en el Boletín Oficial la actualización de los valores del mercado mayorista. Ahora resta que los entes reguladores del gas y la energía eléctrica definan el impacto en las boletas que comenzarán a recibir los clientes.
Si bien en un principio el Gobierno había manifestado la intención de congelar el precio del gas y la electricidad hasta pasado el invierno, esa idea quedó atrás y acumula dos meses consecutivos de actualizaciones. Acelerar el recorte de los subsidios energéticos y de transporte sobre las cuentas públicas volvió a estar entre las prioridades oficiales.
En consecuencia, el aumento de combustibles, de tarifas, más la devaluación programada de 2%, le pone un piso a la inflación minorista de septiembre superior al 3%, según estiman distintos cálculos privados.
De allí que el Gobierno busca atenuar ese impacto procurando que el resto de los precios de la economía no se disparen. La idea oficial es evitar a toda costa una devaluación y devolverle a la economía competitividad y rentabilidad a través de una baja de impuestos, mientras que al mismo tiempo ajusta precios relativos.
La preocupación del Gobierno está fundada en los anticipos de las consultoras sobre la evolución de los precios en agosto, que en algunos casos muestra un alza inesperada en el último tramo del período.
“La inflación mensual de Argentina subió del 2.8% al 3.2% en los primeros veinte días del mes de agosto según las estimaciones de PriceStats. La tendencia se mantiene estable alrededor del 3%. No hay evidencia de una desaceleración en la última semana”, publicó días atrás Alberto Cavallo, hijo del exministro.
Para LCG, la última semana del mes registró una suba en los alimentos de 1,3%, luego de un 0,3% en la tercera y una deflación de 0,1% en la segunda. En la medición “punta a punta” el incremento es de 2,9%.
Este comportamiento demuestra que la inflación aún no está definitivamente controlada y que resulta sensible a cualquier cambio de comportamiento de la demanda. Cabe puntualizar además que el dólar se mantuvo estable en el mes quitando ese factor de presión que siempre altera los precios en las góndolas.
De allí que el Gobierno no quiere dar pasos en falso que reviertan la tendencia con el mayor objetivo de llegar a diciembre con una tasa de inflación de 2%.