En el jardín Egidio Cerrito de barrio El Chingolo I, al noreste de la ciudad de Córdoba, los alumnos de la sala de 3 años aprenden jugando. Desde cómo respetar horarios, hasta cómo ordenar la taza después de tomar la leche. Aquí los grandes también inician a los chicos en el viaje de la lectura.
Y es justamente esta escolarización temprana lo que ha permitido una notable mejora en primaria, una vez que los niños se marchan del jardín. Los docentes saben que no hay recetas milagrosas más que el milagro del amor y del acompañamiento constante junto con los papás.
“Las maestras de primer grado notan un formidable avance en los niños que llegan desde la sala de 3 años. Dicen que están mejor parados en las prácticas de lectura y escritura. Nosotras sabemos por qué: desde muy temprano enseñamos jugando. Exploramos los libros desde el disfrute”, comenta Silvia Fili, la directora.
Cuanto más años pasan en el jardín, mayores son los resultados. Los niños aprenden a llegar temprano y a cumplir con horarios. Desarrollan habilidades y se organizan mejor.
“Muchas veces encontramos resistencias de padres y algunos docentes cuando hablamos de sala de 3 años. Pero si tenemos en cuenta que estos niños provienen de sectores muy vulnerables, el avance que logran es formidable”, agrega la dire.
La atención en la diversidad y objetivos altos son las claves de estos docentes que realizan un trabajo de hormiga. Aquí se tiene en claro que todos los alumnos, aunque a diferentes ritmos, están en condiciones de aprender. Las consignas exigentes rigen para todos por igual.
Meriendas saludables. Con la ayuda del personal de salud del dispensario del barrio, también tienen acceso a una consulta médica temprana. Aquí se detectó un aumento de casos de sobrepeso. Y, en algunos pequeños, tendencia a tensión alta.
“Implementamos el proyecto de meriendas saludables, para que los chicos reemplacen los criollos por pan francés. Con la contribución de los padres compramos dulces, cereales y tutucas para los recreos”, agrega la seño.