En el contexto de los 40 años de la Guerra de Malvinas y con el objetivo de mantener vivo los recuerdos y vivencias de quienes dejaron todo en las Islas por su patria, Vía País habló con Darío Salas, actualmente de 60 años, que combatió en el conflicto del año 1982 y contó sus experiencias sobre aquellos meses de la batalla.
Incluso, cuando se dio la rendición argentina, el 14 de junio de 1982, y él cayó como prisionero, llegó a confesar que “temió por su vida”.
El llamado a Malvinas y una guerra que cambiaría su vida
Entre el 26 y 27 de marzo de 1982, Darío Salas fue elegido dentro de la compañía en el regimiento 25, la cual se denominaría “Compañía C” para formar parte de la guerra. Él integraba la sección conocida como “Gato”. Así fue que, con 19 años, Darío partiría en un buque de desembarco de San Antonio junto con la infantería de Marina y el día 2 de abril llegaría a las Malvinas.
Allí, los distintos grupos de soldados tenían asignadas diferentes misiones. Al grupo de Darío le tocaría tomar el aeropuerto internacional para que forme parte de las fuerzas de ocupación argentinas. “Yo era cabo de infantería, especialista en exploración. A mí me seleccionaron dentro del regimiento, fui como un integrante del pelotón de comando”, le explica Darío a Vía País.
Para aquellos años, él tenía la vida de un joven soltero. Además, formaba parte del Regimiento 25, donde instruía a soldados. Además, trabajaba de día y estudiaba de noche. “Cuando recibí el llamado me sentí orgulloso”, relata.
A su vez, cuenta que estuvo en territorio malvinense desde el 2 de abril hasta los primeros días de junio y que volvió al continente vía Uruguay, tras caer prisionero de los ingleses luego de la rendición argentina y terminó siendo rescatado por los argentinos que lo trasladaron a Campo de Mayo.
Temprana juventud para combatir
Darío contaba con apenas 19 años fue designado para combatir en la guerra como cabo de infantería. Y es el día de hoy que reconoce que no le quedaron cuentas pendientes con lo sucedido, aunque sí siente que no desea en demasía hablar de aquella época de su vida.
Con 60 años, casado y con dos hijas, Rocío y Lara, y viviendo una vida muy diferente en Catamarca, Darío disfruta de ser abuelo, cuidar de su mujer y criar a sus hijas. “Hago cosas normales, vivo en una campiña tipo ciudad en Catamarca y me dedico a mi familia”, cuenta sobre su presente, muy distinto de sus años de soldado.
El proceso post Malvinas, las vivencias que no se olvidan
Tras regresar de las Islas, él se quedó en la guarnición Sarmiento y a finales del año 1982 pidió el pase dentro de las unidades para ser designado a la provincia de Tucumán.
Cuando Vía País le preguntó acerca del proceso que vivió postguerra, él confiesa: “Nunca me costó contar sobre lo que viví en Malvinas. Te lo puedo contar como si te relatara que voy al mercado”.
Con esas simples, pero elocuentes palabras, Darío resume su experiencia en la guerra, manifestando una tranquilidad diferente de la que otros veteranos del conflicto pueden evidenciar sobre aquellos días.
“Fue una circunstancia que me haya tocado ser elegido como parte de las tropas que tenían que ir a Malvinas. Y lo vivo así, a pesar de haber experimentado vivencias límites”, relata.
Pero su explicación comienza a ser mucho más detallada cuando comenta que “he visto cosas, el hambre, el frío, el combate, cuerpos destrozados, piernas destrozadas, pero nunca me he cerrado para hablar del tema”.
Los motivos por los que Darío Salas no habla demasiado de la guerra de Malvinas
Al ser cuestionado acerca de los motivos que lo llevan a guardar una especie de silencio sobre el conflicto, él le confiesa a Vía País: “No hablo del tema porque creía que Argentina después de la guerra aprendería muchas cosas y creo yo que estamos peor que antes”, manifiesta. Y agrega: “Por lo que me resulta muy complicado contestar preguntas y hablar con los jóvenes sobre el tema”.
Prisionero de los ingleses, prisionero como animales
Darío Salas, a su vez, cuenta sobre la traumática experiencia que atravesó al quedar prisionero en Malvinas a manos de los ingleses. Sus vivencias lo llevaron a tener que pasar varios días cautivo en el estrecho de San Carlos, en territorio insular. “Esa vivencia fue terrible”, dice y parece que se le quiebra la voz al contarlo. Y es que luego de la rendición argentina en Darwin, Darío cayó prisionero en manos enemigas: “Nos encerraron en un corral de ovejas”, cuenta.
“De allí nos trasladaron en helicópteros y desembarcamos en Puerto San Carlos. En ese lugar, ellos (por los ingleses) tenían un frigorífico donde faenaban a los animales y lo utilizaban para proteger a los heridos y curarlos. Incluso se practicaban amputaciones de piernas y demás”, manifiesta.
Y continúa: “En ese sitio, nosotros quedamos prisioneros en un campo al lado del frigorífico, imaginate, con alambres de púa, vigilancia y torres y con la incertidumbre de no saber qué iba a pasar con nosotros”.
Para luego dejar en claro lo que vivió: “Esa experiencia fue bastante traumática para mí. Además, teníamos la obligación de donar sangre, cualquiera fuera nuestro tipo”.
Sin embargo, Darío recuerda determinados hechos de esos días en los que permaneció en cautiverio que le hicieron ver las circunstancias desde otra perspectiva: “Ese momento fue lo más humano que vi de la guerra, la ayuda mutua de los médicos ingleses y argentinos, tratando de solucionar lo que se destruía en otro lugar de las Islas”.
“El trato de los ingleses por lo general era bueno, pero sí, los argentinos éramos castigados por actos de insubordinación”. Y completa: “Cuando caí prisionero de los ingleses, temí por mi vida”.
Sobre el tiempo que pasó como prisionero, Darío recuerda: “Fueron alrededor de cuatro o cinco días y luego una semana más, cuando fui trasladado a un buque, hasta que nos entregaron en el Uruguay”.
Volver a Malvinas, no es una cuenta pendiente
“Nunca se me ocurrió ni lo sentí necesario volver a las Malvinas. No siento que me haya quedado algo pendiente con ellas”, confiesa.
Y aprovecha para recalcar su visión acerca de los años posteriores al conflicto y su desazón por los gobiernos que se sucedieron: “La realidad es que con lo que vi, con todos los gobiernos posteriores, sentí una gran tristeza por las Malvinas y es por ello que no quisiera volver”.
A su vez, Darío refiere al trato que recibió al regresar al continente, y recalca los desprecios y marginaciones que tuvo que padecer: “Éramos considerados los locos de la guerra”.
Sin embargo, hace una importante distinción sobre la población en general y los gobernantes de turno, poniendo el foco en estos últimos: “Con el pueblo estoy sumamente agradecido, ya que día a día hacen un gran esfuerzo para mejorar nuestra calidad de vida, pero los gobernantes no han hecho nada por ello”.
La vida actual del excombatiente de Malvinas
Al llegar a las Islas en 1982, él era cabo de infantería, y con el correr de los años continuó dentro de las unidades militares. Hizo la carrera de suboficial, hasta que a sus 38 años, durante la década de los ‘90, decidió retirarse de las Fuerzas: “Decidí irme del servicio activo”.
En la actualidad, Darío vive en Catamarca junto con su familia, “hago cosas normales, no de campo, porque vivo en una campiña tipo ciudad, pero hago cosas cotidianas, como cuidar a mi esposa y criar a mis hijas”, cuenta.
Y ante la pregunta de cuál sería su mayor anhelo que sucediese con las Islas Malvinas, él responde: “Me gustaría que a las Malvinas las recuperen por la vía diplomática, no estamos en condiciones de afrontar nuevamente una guerra”.
Y luego recuerda: “Tené en cuenta que se pasaba frío, hambre y la incertidumbre de no saber qué iba a pasar con uno allí”, para dejar en claro lo que tuvo que padecer estando en la guerra.
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