Un avance tecnológico que nos ayuda a identificar el mejor camino o ruta para un destino predefinido. O sea, un lugar de llegada que antes definimos nosotros. Es un medio, no un fin. Nadie se enoja con “la gallega” del GPS si nos lleva al destino equivocado, porque el error en ese caso es nuestro. El gobierno pareciera haber decidido que esto no es así. Que las siglas GPS significan Guerra, Pandemia y Sequía y que eso le marcó el camino.
En lugar de reconocer que ha emprendido un rumbo equivocado, o quizás reconocer que nunca tuvo un destino claro donde querer llegar, prefiere enojarse con su GPS imaginario. Escuchar al presidente repetir que la guerra, la pandemia y la sequía no le permitieron tener un buen gobierno es bastante lastimoso. Es asignar las culpas y responsabilidades “al afuera”, mostrando incapacidad para adaptarse al escenario en el que le tocó jugar.
A diferencia de lo que han hecho las empresas y el sector privado en general, donde los resultados, buenos o malos, se explican, pero no se justifican. Se corrige, se aprende, se cambia el plan, se adapta al entorno y no se pierde de vista la estrategia de mediano plazo. Un país emulando a un perro queriendo morderse la cola, dando vueltas y gastando energía en lo inútil.
Las próximas elecciones deberían obligar a la ciudadanía, y a los gobernantes, a resetear el destino de ser un país normal y en función a ello usar un GPS adecuado. Todavía, creemos, estamos a tiempo de generar una Nación con mayúscula, una República. Ojalá lo hagamos.