Un pitbull por el mundo: Una pareja de Buenos Aires vive viajando en una casa rodante junto a su mascota de cuatro patas

Conocidos como los ‘pitbulleros’, Carina, Sebastián y Atila, viajan por todos lados en su casa rodante y viven su propia travesía. Venden artesanías y refaccionan motorhome de otros viajeros.

Un pitbull por el mundo: Una pareja de Buenos Aires vive viajando en una casa rodante junto a su mascota de cuatro patas
Carina, Sebastián, y su pitbull, Atila, viajan por el mundo vendiendo artesanías y refaccionando casas rodantes.

Carina, Sebastián y su querido pitbull, Atila, se encaminaron en una aventura única: vivir viajando. Decidieron vender todo lo que tenían, refaccionar una vieja camioneta y empezar un nuevo desafío. Compartiendo el mensaje de que se puede viajar y vivir con un pitbull y queriendo ayudar a los demás, los vecinos oriundos de Pompeya ya recorrieron el sur de la Argentina y su sueño es poder llegar a Perú el año que viene.

La pareja se conoció hace seis años a través de una aplicación de citas y así nació el amor: “Siempre fui de viajar, y cuando conocí a Sebas le pregunté si le gustaba viajar, él me contó que iba a una playa que le gustaba y eso era todo lo que conocía”, comentó Carina en diálogo con VíaPaís.

Su próximo destino es Jujuy y sueñan con llegar a Perú.
Su próximo destino es Jujuy y sueñan con llegar a Perú.

“Empezamos a viajar, fuimos a Brasil, a Bariloche, recorrimos Córdoba y Mendoza en vehículos chicos, como vacaciones como todo el mundo, pero siempre le decía que yo quería quería vivir viajando, vivir en una casa rodante”, recordó.

El inicio del viaje

Todo comenzó hace tres años, con el inicio de la pandemia: “Sebas en ese momento hacía Uber y yo siempre fui artesana. En mi caso, ya tenía mis clientes y vendía por internet, pero, cuando llegó la pandemia, no se podía salir, ni entregar pedidos, así que los dos quedamos estancados”, afirmó Carina.

Debido a que ambos estaban desempleados, la pareja se preguntó: “¿Y ahora qué? ¿Nos quedamos sentados esperando que pase la pandemia y después vemos que hacemos o agarramos todo y nos vamos?”. Sin dudarlo, decidieron vender todo lo que tenían en su casa, comprar una camioneta y empezar la aventura.

Vendieron la camioneta que tenían y una moto, con eso compraron una casa rodante: “Era un furgón vacío bastante arruinado, y lo armamos con todo lo que le quisimos poner. Cuando hicimos 300 kilómetros se funde el motor, tuvimos que volver a casa y ver qué hacer otra vez, si la vendíamos fundida o si seguíamos con nuestro plan, y dijimos: ‘Nos vamos a ir’, así que empezamos a vender todo lo que nos quedaba”, afirmó Carina.

En cada pueblo que paran, arman su puesto de artesanías.
En cada pueblo que paran, arman su puesto de artesanías.

Luego de vender tres televisores, tres aires acondicionados, freezer y heladera, rearmaron el motor y se dirigieron a Ushuaia: “Nos llevó tres meses llegar porque nosotros vamos feriando. Vendemos muchas artesanías que las hago yo o Sebas también, ponemos un puesto y vendemos”, detalló Carina.

Atila: el pitbull que vive en una casa rodante

Pero Carina y Sebastián no se encaminaron solos en esta aventura: decidieron adoptar a un perro y nombrarlo Atila, “como el rey de los Hunos”, señaló Carina, y recordó: “Lo tenemos desde que tiene 40 días, era muy chiquitito. Lo adopté en una feria que estaba cerca de casa, lo saqué de un canasto y me acuerdo que cuando lo vi, me enamoré de Ati”.

“Está con nosotros desde ese tiempo, estaba muy enfermito, y ahora es el rey de la casa. Cuando armamos todo esto definimos que lo íbamos a hacer con Ati, nunca se dudó en dejarlo. El día que trajimos la camioneta dijimos: ‘¿Cómo íbamos a llamar el plan?’, y dijimos: ‘Viajamos con Atila’, es un pitbull por el mundo”, comentó Carina.

Atila fue adoptado cuando tenía 40 días.
Atila fue adoptado cuando tenía 40 días.

Y continuó: “La gente se enamora porque es tan mimoso, le sacan fotos. Hay gente que va directamente a conocerlo a él. Nos dicen: ‘Vinimos a conocer al pitbull’. Le gusta mucho el contacto con el humano porque, como está siempre con nosotros, está muy humanizado. Le encanta que lo toquen, lo abracen, lo mimen”.

Atila ya es una estrella en las redes sociales, Carina comentó que tiene un sponsor que, cuando viajan por la Ruta 40 le regala comida y collares. “Es muy loco porque cuando vamos manejando, ves gente asomándose por la ventanillas haciendo señas desesperadamente y te da mucha risa porque vos decís: ‘¿Quién te conoce?’, a nosotros nos dicen ‘los pitbulleros’. A veces estamos vendiendo en la feria, y aparece la televisión con unas cámaras gigantes, trípodes y un hombre con micrófono haciéndote una nota: ‘Contarme tu vida’”, afirmó.

Atila, el tercer integrante de la aventura rodante.
Atila, el tercer integrante de la aventura rodante.

La idea de crear un perfil mostrando a Atila y sus viajes surgió porque la pareja quiere mostrar que se puede viajar con un pitbull, “queremos contar nuestra historia”, afirmaron. “No todos son asesinos, que la gente vea que hay pitbulls buenos, que no todos son malos. Una vez nos pasó que llegamos a Río Gallegos y un pitbull había matado a una nena, nos vinieron hacernos notas. Los dueños tenemos que ser responsables, no el perro. Una parte fue contar lo del viaje y otra, que también se vea que el pitbull no es la imagen que todo el mundo tiene del perro”.

En el día a día, Carina afirma que Atila “se porta de 10″: “Él es un bebé malcriado, uno más del equipo. La camioneta es su casa, a él le encanta dormir, así que está todo el día acostado. Siempre en verano vamos al sur, que hace frío, entonces él está tapadito en un rincón con frazadas y no se quiere bajar, no le gusta mucho andar afuera, es más casero”.

Cumpliendo su sueño de vivir viajando

Carina y Sebastián viajan 300 kilómetros por día y, cuando llegan a un pueblo, se asientan en un parque para armar su puesto de venta de artesanías: “Lo hacemos donde hay movimiento de los vecinos, nos ponemos en una plaza o en la esquina de un supermercado, y desplegamos un puesto gigante que tenemos. Lo armamos sobre un lateral de la camioneta”, aseguró Carina.

La pareja ya viajó dos veces al sur y se enamoró: “Ushuaia nos pareció muy emocionante, es como llegar al fin del mundo”, aseguraron. Sin embargo, en un momento, la aventura incorporó un fin solidario: “Conocimos gente que te a cruzas una vez en tu vida y nos ha dado una mano terrible, vos te quedas helado. Te cruzas con alguien que te llena el tanque de gasoil, te compra comida para el perro, te trae bolsas de mercadería, esas cosas que te dejan asombrado”.

Esto despertó en Carina y Sebastián el querer ayudar a otros viajeros: “Empezamos a armar uno, dos, tres, cuatro motorhome y cada vez eran más. Los primeros los hicimos gratis y ahí se empezó a correr la bola. El ayudar al otro, eso fue lo que lo que se empezó a generar en nuestra página. A veces parar lo que está haciendo, dar una mano y después seguir. Hoy va más por ese lado, el de ayudar al otro”, contó Carina.

Recorrieron dos veces el sur y se enamoraron.
Recorrieron dos veces el sur y se enamoraron.

Su próximo destino es Jujuy, un viajero los contrató para que refaccionen su casa rodante: “Estamos planeando la ruta para ir, tenemos entre tres a cuatro meses”, confirmaron. Pero su objetivo es poder cruzar la frontera de Argentina: “Sueño con llegar a Perú, al Machu Pichu. Ese es mi meta para el año que viene, después de hacer Jujuy, la idea es seguir subiendo”.

Un viaje sanador

Después de tres años, Carina y Sebastián no tienen en sus planes volver a una casa: “No podríamos acostumbrarnos. Era tanto lo que queríamos empezar a viajar, lo que lo soñábamos que, fuera de que hicimos la casa rodante desde cero y nos dimos la cabeza contra la pared un montón de veces, salió como queríamos”, señalaron los viajeros.

No nos costó para nada mudarnos y nos gusta mucho. Maduras mucho y de varias maneras, no todo te afecta de la misma forma que la vida cotidiana. Es una vida solitaria, algunas veces estamos mucho tiempo viajando solos, y otras veces, estás rodeado de muchos viajeros”. Por último, indicaron: “Es un cambio. Te acostumbras a vivir con menos cosas, a no ser tan comprador compulsivo porque no te entran las cosas, no hay lugar. Está bueno desprenderse”.