Los talleres y el fútbol hacen pasar el día a día a los presos en La Botija

Unos 50 reclusos de un total de 210 encuentran un poco de libertad mientras juegan al fútbol, cultivan, cocinan y fabrican muebles.

Los talleres y el fútbol hacen pasar el día a día a los presos en La Botija
Internos en La Botija, la cárcel de máxima y mínima seguridad en San Luis\u002E Foto: El Diario de La República\u002E

Un informe relata la realidad que viven los internos en el Complejo Penitenciario Nº 2 Pampa de las Salinas, en San Luis. Allí hay distintas actividades para que los condenados puedan ser reinsertados en la sociedad.

Una crónica realizada por El Diario de la República muestra cómo los presos superan el encierro. Una de las distracciones son el futbol y los talleres. 

A pesar de no estar en el mejor lugar los presos se la rebuscan y encuentran allí una dispersión entre el encierro obtenido por los crímenes cometidos, en un predio de 42 hectáreas que queda a 210 kilómetros de la capital puntana y que tiene como asentamiento más cercano un paraje con un puñado de habitantes. "La pelota tiene dos cueros. Con uno solo, las rosetas la pinchan en el acto", explicó Juan "Johny" Campos, a cargo del área de Deportes de la Penitenciaría.

El partido fue el jueves 20 y a pesar de que llovía nada impidió que se jugara. Las gotas de agua que impactaban contra tinglado y el piso de tierra seca hicieron el sonido ambiente.

Cada acceso tenía por los menos dos guardias, uno de ellos tenía un gran manojo de llaves; muchas veces en distintas oportunidades preguntaron la identidad de los enviados.

La cancha quedaba en un espacio verde, en forma de triángulo, entre dos pabellones. Solamente tenía los dos arcos de referencia. No había ni gradas, ni otro tipo de estructura deportiva. El cerco olímpico que lo cubría estaba más tenso que los de una cancha de fútbol 5 y apenas dejaba el espacio de un dedo a través de él.

Aquel jueves era especial en más de un sentido para los internos. No solo se jugaba la final entre Pabellón D y el Pabellón B. Dos horas antes, minutos antes de las diez, había asumido José Luis Pérez como nuevo jefe de la penitenciaria. Pérez hasta ese día se desempeñaba como subjefe del Servicio Penitenciario Nº 1, en la capital. En su discurso inicial, Pérez se limitó a aceptar el cargo de su predecesor y tras la lectura de un breve decreto a cargo de una de las agentes del servicio, expresó: "El que tenga franco, que siga de franco, el que tenga servicio que siga en el servicio" ante 40 subalternos, que con un sonoro "sí señor" cerraron la ceremonia. Allí el sol picaba como lo suele hacer en el norte provincial.

Dos horas más tarde, la lluvia y el gris cubrirían el predio. "Pampa de las Salinas es un establecimiento carcelario de avanzada, en comparación a el resto del país", aseguró Pérez, quien informó que actualmente alojan a 210 internos por distintos delitos, "excepto por drogas", aclaró.

El partido, quizás por la lluvia, carecía de definición. El equipo con casacas rojas del Pabellón D, módulo 1, llevaba la delantera. Un volante era foco de todas las miradas. Petiso y rapado, esquivaba charcos y jugadores azules, del Pabellón B, módulo 1. Su apellido era González Bustos y luego sería coronado jugador de la "temporada".

En el segundo tiempo la lluvia comenzó a amainar y allí el equipo rojo pegó el cachetazo. Primero un gol que empezó con una jugada de mitad de cancha y luego otros tres del volante intratable. Cada cambio en el marcador era festejado de fondo por uno de los pabellones. El partido llegaría a su fin, cuando la tormenta dejaba el predio. Posteriormente, el área de deportes entregó los trofeos al equipo campeón y los mejores jugadores. También los diplomas por haber completado el primer año y el curso completo de árbitros. En esos 40 minutos los presos se habían dado el gusto mundano de jugar bajo la lluvia. Apenas finalizó la ceremonia, debieron volver a las celdas a cumplir su condena.

"El 90% de los internos participan de las actividades acá. El balance de este año es muy positivo, hemos finalizado el año sin ningún conflicto. Nos sentimos orgullosos del trabajo que hacemos día a día y agradecidos a los internos y el personal penitenciario que nos dio el apoyo para realizar las actividades", afirmó Campos, que dijo que buscarán implementar más deportes el próximo año en el complejo. "El deporte es un derecho que además de hacerle bien a lo físico, mejora mucho sus relaciones interpersonales y baja los niveles de agresividad", aseguró.

Talleres de cocina y carpintería

Mientras el partido se desarrollaba, en la cocina, internos y agentes del servicio preparaban la comida. El menú del día era puchero con fideos, papa, zapallo, zanahoria y carne.

Uno de ellos llevaba en un carro metálico una decena de tapers hacía las celdas, que en vez de barrotes tenían unas persianas metálicas rígidas, por la que los internos se asomaban. Parte de las verduras que allí se comían y el pan, eran de producción propia.

Los talleres de panadería y carpintería quedan puertas adentro, en el edificio de Servicios Generales, mientras que la granja penal y herrería quedan en uno de los patios exteriores del complejo.

La mayoría de los presos se limitaban a saludar y mirar a lo lejos. Algunos pedían no salir en cámara. Pero el panadero se animó a decir unas palabras. "Hacemos pan, tortitas, facturas, y cuando hay actos, pizzas, pan de viena y para los sanguches. Somos dos los que estamos acá. Pedimos laborterapia porque es un beneficio que podemos tener. Aparte lo necesitamos para poder ingresar de vuelta a la sociedad. Ayuda un montón para que vea la familia, la sociedad afuera, que estamos trabajando", resumió Miguel Langoni.

El taller de mayor actividad era sin dudas el de carpintería. Actualmente está a cargo del oficial Emiliano Videla, quien contó que aquel día trabajaban once internos, pero que el taller ha llegado a tener 30 asistentes. Desde calesitas de madera a mesa, sillas y hasta puertas, también contaban con una computadora para ver nuevos diseños y muebles para elaborar. "Los días se le hacen más leves. Cuando salen, siguen haciéndolos", reflexionó Videla.

Si uno va hacia el patio exterior a los pabellones, que cuenta con dos cercos perimetrales y torres de vigilancia, nota en primer lugar cabras y ovejas pastando. Al lado del primer cerco perimetral, había chiqueros para 10 cerdas y sus crías. Y entre el primer y el segundo cerco, se veían cultivos que Alberto Reina, jefe de guardia de la granja, contó que estaban hace un año e incluían maíz, zapallo, lechuga, tomate, ajo, lechuga y sorgo. Ya habían cosechado papa, ajo y cebolla. "Lo hicimos ahí por las cabras, se comen todo", explicó sobre la población caprina que llega a los 70 ejemplares. Su guano era usado para fertilizar los cultivos.

En cambio, el corral para las 140 gallinas era un tanto improvisado. Los viejos departamentos de la empresa constructora a cargo fueron reutilizados. "Todo lo que producimos se lleva al sector de logística que lo usa para el consumo de los internos y el personal", explicó. "Hoy trabajan ocho internos. Tienen periodo de prueba, si se adaptan bien siguen trabajando, si no los mando adentro", dijo el penitenciario, que en el Complejo Nº 1 desempeñó la misma función por 12 años.

Otros internos que se mantenían ocupados eran los de herrería. En total eran doce y fabricaban sillones, canastos, parrillas. "Se les enseña a doblar el hierro, todo es artesanal lo que se hace acá. Recién empiezan a soldar a partir de los tres meses", detalló Óscar Moreno, a cargo del taller, quien dijo que están de las 8 de la mañana a las 17:30. "Se vende al personal o cuando hay exhibiciones en algún lugar como en el Parque de las Naciones. El precio es mucho menor que en la calle. Ellos se quedan con casi todo el monto y el 5% va para el taller materiales y pintura. Tienen una salida laboral casi inmediata y les viene como anillo al dedo", resumió.

Así, con algo de suspicacia de una parte de la sociedad que considera que los condenados solo deben cumplir su pena y la necesidad del estado de buscar estrategias para incluirlos, unos 50 reclusos de una población de 210 encuentran un poco de libertad mientras juegan al fútbol, cultivan y fabrican muebles.