Estaba en Medio Oriente cuando la pandemia de coronavirus empezó a sacudir al mundo. En soledad, porque meses atrás su esposa e hijo habían regresado a la Argentina, Federico Pereyra le tocó atravesar uno de los momentos más duros que ha enfrentado la humanidad. El prestigioso torneo de vóley de Arabia Saudita había sido cancelado, al igual que los vuelos, por lo que no pudo volver por un buen rato a su provincia: San Juan.
"Desde el 3 de marzo, estábamos encerrados. Yo tenía contrato hasta mayo pero el campeonato se canceló y algunas copas que había a fines de temporada también, así que cada jugador arregló con el club y se fue a su casa", cuenta a Clarín el opuesto de la Selección Nacional.
Pereyra estaba jugaba desde noviembre pasado en el Al Hilal. Tras declararse la alerta por Covid-19, es que los entrenamientos y partidos en el continente asiático, al igual que en toda Europa, comenzaron a suspenderse. Estando a 13 mil kilómetros de su hogar empieza a desesperarse, a pesar de que al principio se mantuvo tranquilo e intentó acostumbrarse a la cuarentena lejos de los suyos.
Cuando se enteró de los vuelos de repatriación vio una luz de esperanza, aunque ninguno incluía a Arabia Saudita. Pero ya agotado de la situación decidió viajar a Londres el 11 de mayo pasado. "Era mucho más factible volver a la Argentina desde ahí, aunque tuviéramos que pagar algunos días de hotel y aunque todavía no tuviéramos el vuelo de repatriación", dice. Y agrega: "No tuvimos problema en entrar a Londres, porque era uno de los pocos lugares, sino el único, que estaba recibiendo turistas".
Ya en Inglaterra comenzó la ansiada peregrinación para volver a San Juan. "Estuvimos una noche en Londres y recibimos un mail de Aerolíneas con la confirmación del pasaje -relata Pereyra-. Pero teníamos que sortear otro problema, que era el ingreso a Italia, porque el vuelo salía de Roma. Y a Italia no estaban dejando entrar extranjeros", explica
Fue gracias a las gestiones del embajador en Arabia, Marcelo Gilardoni, que pudo ingresar a Italia. Allí esperó unos días para subir al avión que en cuestión de horas lo depositaría en Argentina, donde después de casi tres meses pudo reencontrarse con su familia.
"Los extrañé muchísimo. Todos los días metimos videollamada y en una de esas ocasiones me dijo: 'Papá, papá', bien clarito. Tenía un papelito con las fechas, que fui tachando con cruces, como los sopres", cierra Pereyra.