Con la intención de concientizar acerca de una enfermedad que afecta a más de 1 millón y medio de personas al año y otras 300 millones están de forma crónica infectadas, este viernes se conmemora el Día Mundial contra la Hepatitis.
Esta inflamación del hígado se puede producir a raíz de diferentes toxinas tales como drogas o el alcohol en exceso. Pero también se produce a partir de enfermedades autoinmunes o patógenos, en los que se incluyen los virus, las bacterias o los parásitos.
Los síntomas iniciales de la hepatitis
Su sintomatología suele estar asociada a la gripe común en un principio. Estos hace que sea difícil determinar su diagnóstico en una etapa temprana.
Pérdida de apetito, fatiga, fiebre, náuseas, orina oscura y la coloración amarillenta de la piel y de los ojos también son los principales indicios que pueden determinar la presencia de la enfermedad.
La enfermedad se puede contagiar de variadas maneras. En los infantes menores, el contacto se puede producir por el contacto con la materia fecal, por el cambio de algún pañal o si se atiende a algún paciente.
En adultos, las relaciones sexuales sin preservativos y también las transfusiones de sangre, sin los debidos controles.
Por qué se celebra el 28 de julio el Día Mundial de la Hepatitis
Su conmemoración se debe al nacimiento del científico estadounidense Baruch Samuel Blumberg, quien fue el descubridor del virus de la Hepatitis B en 1964. Tras hacer este hallazgo pudo luego desarrollar una vacuna.
En el año 1976, ganó el Premio Nobel en Medicina por sus hallazgos sobre “el origen y diseminación de las enfermedades infecciosas”.
No solo fue un distinguido científico, sino que además trabajó junto a la NASA, siendo Director del Instituto de Astrobiología y luego Asesor Sénior.
Las principales formas de prevenir la hepatitis
Al igual que con la gran mayoría de las infecciones virales, se recomienda mantener una estricta higiene si se sospecha que se está en presencia o cercanía de la enfermedad.
Por eso, lavar con frecuencia las manos, principalmente antes de comer y luego de ir al baño, puede ser una de las principales prevenciones a tener en cuenta. La prevención debe incrementarse si se utiliza sanitarios públicos.
La utilización de preservativos en todas las relaciones sexuales también es un factor clave de la prevención.
También se sugiere no compartir objetos personales que pudiesen estar en contacto con la sangre, tales como los cepillos de dientes o las máquinas de afeitar.
Por último, las medidas preventivas de índole medicinal tienen que ver con la vacunación contra la hepatitis A y B y la realización de exámenes médicos de forma periódica.
Los tratamientos para combatir la hepatitis
Las hepatitis A y E, las que suelen presentarse en la infancia, se resuelven por lo general de manera espontánea a medida que la persona va creciendo, con los propios anticuerpos que genera.
Los casos más extremos pueden requerir trasplante hepático.
Por el contrario, las hepatitis B, C y D, son calificadas como crónicas y generan una lenta pero constante destrucción del hígado. En el caso de la B, no hay una cura, y la medicación lo único que hace es inhibir el crecimiento del virus.
La progresión de la enfermedad puede llevar a la cirrosis, lo que implica que el paciente necesite un trasplante hepático.