Cuando uno acude al mecánico para arreglar el auto, uno espera soluciones, no más dolores de cabeza; pero esto no fue lo que le ocurrió a un rosarino que no solo se encontró con faltantes en el vehículo, sino que el taller desapareció. El hombre acudió a los especialistas por un desperfecto eléctrico en su auto, como los días pasaban fue a ver que ocurría y lo que se encontró lo desesperó.
Al no tener respuesta, fue hasta el local a ver que ocurría y se encontró con que al auto le faltaban tres ruedas, la batería y el distribuidor que debían reparar. Hizo la denuncia correspondiente, pero cuando volvió al taller y no encontró nada.
En diálogo con De 12 a 14 (El Tres TV), Edgardo, la víctima del robo, contó que llegó al taller ubicado en Saavedra al 7900 por un conocido de su hijo. A su vehículo se le había quemado un módulo y la reparación llevaría máximo dos días, según los mecánicos del taller. Le dieron un número de teléfono al que el hombre llamó para contactarse y saber novedades. Sin embargo, nunca tuvo respuesta, por eso decidió ir al lugar.
“Después de tanto esperar voy y me encuentro que al auto le faltaban tres ruedas, la batería y el distribuidor que debían reparar. Pido explicaciones al titular del taller a quien le entregué las llaves del auto, pero culpó a la persona que trabaja con él”, relató. Desesperado, fue a buscar al responsable: “Me dijo que las ruedas y la batería estaban en el taller”.
Otra vez se acercó a Saavedra al 7900 y recibió un mal trato de parte del tallerista junto con amenazas de tiros contra el colega, entonces Edgardo decidió hacer la denuncia en la Comisaría 32. “El sumariante me tomó los datos del mecánico que no se hacía cargo de los faltantes de mi auto”, contó el hombre.
Pero el problema no terminó ahí, sino que se tornó aún más insólita. Edgardo volvió al taller mecánico y no encontró nada: ni auto, ni herramientas, ni mecánico. “Llamé a la madre, me dijo que echó al hijo por problemas. Después hablé con la hermana y me contó que no es la primera vez que ocurre que ya había agarrado vehículos de clientes para hacerlos desaparecer”.
Desesperado y sin saber que hacer, Edgardo solo mantiene la esperanza de que le devuelvan lo que es suyo: “Yo solo quiero mi auto”.