A lo largo de la última década, “Los Monos” se convirtieron en la referencia más visible de los cambios en torno a la venta de droga y la violencia en Rosario. Ariel Máximo Cantero hijo y otros líderes de la organización ya están presos y condenados desde hace tiempo. Sin embargo, el negocio que genera el narcotráfico sigue su marcha, los homicidios no ceden y las autoridades advierten que las cárceles se convirtieron en la base de operaciones de esas empresas delictivas.
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El último viernes, al último jefe de la banda nacida en la zona sur de la ciudad le encontraron un teléfono fijo en su celda del penal bonaerense de Marcos Paz por segunda vez en dos semanas. El hallazgo implica una irregularidad grave pero está lejos de ser una novedad. “Guille” ya había tenido una línea directa en septiembre de 2017 cuando estaba en la Unidad Penitenciaria 1 de Coronda. Desde allí organizó un secuestro extorsivo en el que sus secuaces se equivocaron de víctima.
Cantero lleva el mismo nombre de su padre, pero la actividad de la banda que integraba buena parte de su familia cambió radicalmente cuando asumió el liderazgo con sus hermanos. A principios de siglo, el “Viejo” se había convertido en el cabecilla en lugar de Juan Carlos Fernández, alias el “Mono Grande”, y ganó territorio en una disputa violenta y decisiva con “Los Garompa”.
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Legalmente “Guille” está inscripto como hijo de su tío porque su papá estaba preso cuando nació. A mediados de 2013 se entregó ante la Justicia después de una serie de homicidios en venganza por el asesinato de su hermano Claudio en Villa Gobernador Gálvez. El “Pájaro” era otro referente en esa etapa en la que la venta de drogas se había convertido en su principal actividad.
“Monchi”, “Guille” y el “Pájaro” Cantero
Desde principios de 2018, el hombre señalado como el último de los jefes activos dentro de esa estructura al mando de “Los Monos” acumuló penas de prisión efectiva que sumadas rozan los 65 años. En el último juicio que comenzó a mediados de agosto, la Fiscalía pidió condenarlo a 24 años por instigar balaceras contra edificios públicos y particulares para intimidar a quienes habían intervenido en los procesos penales en su contra.
La primera vez que los líderes de la banda fueron declarados culpables, la sentencia más grave recayó sobre Ramón Ezequiel Machuca. “Monchi” pertenecía a la familia Cantero a pesar de que no eran parientes biológicos. A pesar de esa relación, no reapareció en las investigaciones sobre los delitos atribuidos a la organización una vez que quedaron tras las rejas.
El hermano de crianza de “Guille” y el “Pájaro” recibió la pena más alta con 37 años de prisión. En la megacausa le atribuyeron la planificación de cuatro homicidios, además de ser el jefe de una asociación ilícita.
Extorsiones y asesinatos ordenados desde prisión
Tanto las autoridades locales como el Ministerio de Seguridad de Santa Fe coinciden en que “Los Monos” y otras organizaciones criminales subsisten porque sus líderes continúan al mando desde prisión. Para el intendente Pablo Javkin, “la mayoría de los hechos de violencia” recientes “tienen como factor común una organización desde la cárcel”.
Además de los homicidios, el Ministerio Público de la Acusación (MPA) detectó en diferentes causas que las bandas también volcaron a extorsionar a comerciantes y dueños de viviendas. En este último caso, el objetivo no sólo puede ser obtener dinero sino también usurpar la propiedad, ya sea para vender drogas o para usarla como escondite.
Ante este escenario, el intendente sostiene que la ciudad no tiene ayuda suficiente de las fuerzas federales. Luego una balacera contra la sede de la Asociación Empleados de Comercio (AEC), la Provincia anunció la llegada de 160 efectivos para reforzar la tarea de 300 agentes que patrullan la ciudad.
El gobernador Omar Perotti coincide con Javkin en cuanto al pedido para extremar las medidas dentro de los penales donde están los líderes narcocriminales. “Si hemos retirado a alguien, no le podemos facilitar las cosas para que siga dañando a la sociedad”, concluyó.