El aislamiento social, preventivo y obligatorio que se dictó el último 20 de marzo generó miles de situaciones inéditas en todos los ámbitos de la vida cotidiana en Rosario. Una de las que subsiste a medida que pasan los días es la de un jubilado que vive desde hace más de un mes de un hotel desierto en el macrocentro de la ciudad.
El dueño del establecimiento decidió darle las llaves para que pueda comprar comida cuando lo necesite, ya que no queda nadie en el lugar en medio de la epidemia de coronavirus. La visita del hombre de 75 años no es la primera, ya que suele venir a la ciudad desde Perú para ver a los amigos que cosechó en su época de estudiante. Sin embargo, la veloz propagación de la enfermedad a nivel mundial puso en stand by su regreso.
"Se cuida mucho, habla con sus familiares y yo vengo a hacerle compañía todas las mañanas", explicó el responsable del Hotel Viena en un reportaje con La Capital sobre la nueva rutina. Mientras tanto, su único cliente debe sobrellevar algunos inconvenientes a la espera de volver a Iquitos en el norte peruano. Por un lado, el edificio de Ovidio Lagos al 500 no tiene gas desde noviembre. Por otra parte, sólo puede contactarse con sus seres queridos a través de la línea fija, ya que no usa celular.
Según el relato de Omar, su huésped siempre elige alojarse allí cuando decide venir a Rosario para reencontrarse con sus amistades. Ahora esperan que se destrabe la situación, ya que tiene pasaje de vuelta para este mes pero parece muy difícil que pueda abordar el avión para volver.