Palpitando el 40° aniversario de la Guerra de las Malvinas, Vía País habló con Jorge Alberto Francisco Racca, excombatiente para recordar a Simón Antieco, compañero de lucha y el único descendiente mapuche muerto en el conflicto.
Jorge es de ascendencia italiana, cuarta generación pura piamontesa, y entre sus sueños, quería cumplir dos viajes en su vida que finalmente pudo lograr: ir a la tierra de sus ancestros, en Europa, y volver a pisar las Malvinas, algo que hizo en el 2007.
“Ir a la guerra fue un honor para mí”
Actualmente, Jorge tiene 58 años y trabaja como comerciante de transportes en la pequeña localidad de Brinkmann, en la provincia de Córdoba. Supo ser intendente de su ciudad, entre los años 2007 y 2011, y recuerda que tenía pactado un viaje a las Malvinas en el año 2008, pero decidió adelantarlo para “no viajar siendo intendente”.
“Yo fui a la guerra con 18 años, siendo soldado. Malvinas, después del nacimiento de mis hijos, es lo más importante que me pasó en la vida, para mí es un honor”, cuenta Jorge a Vía País.
Luego, recuerda los detalles que lo llevaron a territorio malvinense: “Para el 1° de febrero de 1982 estábamos en el Regimiento 8 de Comodoro Rivadavia ya para ir directo a las Malvinas y para el 9 de julio volví a mi casa, ya terminada la guerra”.
En aquellos años, Jorge vivía con su familia, sus padres y siendo el menor de tres hermanos, cuyos otros dos también habían hecho el servicio militar obligatorio: “En aquella época era algo lindo hacer la ‘colimba’”.
Para principios de febrero, Jorge recuerda que las unidades militares de las que él ya formaba parte, estaban acuarteladas, por lo que el comentario y los rumores que circulaban entre los que luego serían combatientes en las Islas era que se “estaba armando (la guerra) contra Chile”.
“Nosotros nos enteremos el 2 de abril que se habían recuperado las Malvinas y todos pensábamos en aquel momento que lo que estaba sucediendo era algo bueno”, nos dice.
Y luego nos completa: “Imaginate que nosotros creíamos que los ingleses no iban a venir hasta acá por las Islas, y que en definitiva serían como unas semanas allá de control y que luego todo se resolvería diplomáticamente”, confiesa. “Por eso todos queríamos ir a conocer las Malvinas en un momento histórico”.
Entrar en clima de a poco en la guerra
“Pasara lo que pasara, yo siempre tenía la confianza de que iba a volver de la guerra”, rememora Jorge, que escribió un libro donde dejó plasmado, a modo de diario, cada suceso que vivió estando en las Islas: “Recuerdo que un suboficial nos instó a hacerlo, y yo lo hice”.
Hoy su libro sirve como un documento escrito de un excombatiente que pudo relatar con detalles sus vivencias en el tiempo que las experimentaba, y así también se dio a conocer el nombre de Simón Antieco, el único descendiente mapuche muerto en las Islas.
“Todos los días iba anotando un poquito de lo que hacía”. Y luego completa: “Gracias a esas notas tengo escrito al día siguiente, paso a paso, todo lo que ocurrió luego de la muerte de Simón”.
Jorge participó dentro de su compañía para integrar la patrulla de exploración llamada ‘Mancha’, integrada tan solo por 10 hombres, entre los que estaba Simón Antieco. Sus tareas eran principalmente recorrer entre 15 y 20 kilómetros de las Islas a fin de reportar algún tipo de presencia de los ingleses.
La noche del 9 de mayo, cuando muere Simón Antieco
Jorge le cuenta a Vía País que, en las mismas Islas, cada determinada cantidad de kilómetros, había pequeñas casas deshabitadas que usualmente eran utilizadas por los lugareños como parajes transitorios en sus recorridos diarios para ir a trabajar, dado que no había tantos caminos desarrollados en las Islas por aquellos años.
Una de esas casas se convirtió en morada de Jorge y su grupo de compañeros de exploración y también, en la última vivienda que tendría Simón Antieco antes de morir.
“La noche del 9 de mayo, por motivos que hoy día aún no sabemos, se nos prende fuego esa casa con nosotros dentro”. Y luego agrega que, para salir, dado que la única puerta estaba en llamas, tuvieron que romper las ventanas “a piñas”.
Así, Jorge explica que las habitaciones donde ellos dormían, estaban en el piso superior de la casa. “Recuerdo que escuchamos unos ruidos, yo estaba de guardia mientras mis compañeros dormían, eran las doce o la una de la madrugada, y de pronto nos vimos con que todo se prendía fuego”, comenta.
En la desesperación, varios de los 10 soldados pudieron salir, pero tres de ellos no: entre ellos estaba Antieco.
“Recuerdo que las llamas eran muy altas y que el humo era muy tóxico”. Así fue cómo Simón Antieco, junto con otros dos soldados, perdió la vida consumido por el fuego.
Cómo era el único descendiente mapuche muerto en las Malvinas
Simón era categoría 1962, muy reservado y de pocas palabras, pero sumamente hábil con el cuchillo: “Les decíamos el carnicero, era el encargado de faenar a las ovejas para que pudiésemos comer”.
Fue criado por su abuela, oriundo de Esquel, provincia de Chubut, creció en el campo y adquirió sus habilidades típicas. “Usábamos la experiencia de él, al ser mayor y más hábil con las tareas del campo, nos guiábamos mucho de él”.
En la actualidad y ya desde el año 2013, un monumento dentro de la escuela N°99 de Costa de Lepá, homenajea su nombre a raíz de una iniciativa llamada “Malvinas” de la Dirección General de Gestión, Investigación y Patrimonio Cultural de la Secretaría de Cultura de Chubut.
Y es que la trascendencia de su nombre pasó a la historia por ser el único descendiente mapuche caído en la guerra, de un listado de aproximadamente 50 soldados mapuches que combatieron en el conflicto.
“Simón era como nuestro hermano mayor, lo respetábamos mucho y nos guiábamos por él”, confiesa sin dudarlo Jorge.
Y sobre la fatídica noche donde murió Antieco junto con otros dos soldados, consumidos por las llamas de la casa donde estaban resguardados, Jorge recuerda gran cantidad de los momentos vividos: “Salimos como ratas de la casa y nos refugiamos en una pequeña pieza que estaba construida aparte de la casa y de allí veíamos como se consumían las llamas”.
“Estábamos casi sin ropa, con frío y sin refugio en medio de la noche”, cuenta Jorge. Y luego recuerda cómo fue el momento en que vio a Simón y los otros dos soldados muertos: “Nos asomamos a lo que había quedado de los escombros de la casa, cuando ya se fue apagando el fuego y ahí pudimos ver los tres cráneos de nuestros compañeros muertos”.
Luego de esa fatídica noche, los sobrevivientes fueron rescatados por personal de sanidad argentino.
Para el año 2007 Jorge volvió a las Islas a través de un contacto de un español que vivía en ellas y pudo estar en el lugar donde hizo su última guardia: “Pude hacer el viaje que no quería dejar de visitar antes de morir”.
Y para cerrar nos cuenta: “La guerra de Malvinas fue un capítulo muy pequeño de su historia, pero queremos que la misma llegue a las escuelas para que nuestros hijos y nietos sepan que las Malvinas son argentinas”.
Hoy Jorge está divorciado y vive con sus hijos, Constanza de 27 años y Francisco de 25 y quiere dejar un mensaje del cual está convencido: “Los que cayeron en Malvinas son nuestros únicos y verdaderos héroes y nuestra obligación es mantener vivos sus recuerdos”.