Gilad Gil Pereg era un ingeniero israelí que residía en Guaymallén, Mendoza. En 2019 cometió dos crímenes por los que se lo condenó a prisión perpetua. Pero tenía otra particularidad: padecía licantropía, que lo hacía creerse y vivir como un gato. Gil Pereg murió este domingo.
Según confirmaron, el llamado “hombre gato”, cuyos videos viviendo como tal en su celda -sin ropa, en cuatro patas, maullando y arañando- se hicieron virales, se descompensó y pese a los intentos de reanimación murió en el hospital penitenciario. Tenía 42 años.
Por qué había sido condenado a perpetua
Su madre y su tía, Pyrhia Saroussy y Lily Pereg, habían viajado a Mendoza a visitarlo, pero fueron reportadas como desaparecidas en enero de 2019.
La investigación llevó a la propiedad del ingeniero, en cuyo fondo fueron hallados los huesos de ambas mujeres.
Los huesos de la madre y la tía de Pereg, que habían desaparecido en la localidad mendocina de Guaymallén en enero de 2019, fueron hallados en el fondo de una propiedad perteneciente al ingeniero. Ambas mujeres, hermanas entre sí, habían llegado a Mendoza para pasar sus vacaciones y visitar al hombre,
Pero además del aberrante hallazgo, también llamó la atención el modo de vida del hombre. En la vivienda, situada en la ciuda de Guaymallén, no había servicios, ni muebles.
El ingeniero dormía en un colchón en el piso, en medio de un caos de desorden y suciedad. En el lugar había alrededor de diez gatos, alimento balanceado y DVD de material pornográfico.
Además, se encontraron fundas para armas. El asesino tenía a su nombre unas 40 armas, pero en la vivienda se encontraron solo tres. Una de las cuales -que Pereg denunció como robada- fue la que habría utilizado para matar a su tía. En tanto, su madre fu asesinada a golpes.
Por qué se le llamaba el “hombre gato”
Gil Pereg fue diagnosticado con el síndrome de licantropía: una condición psiquiátrica por la que el paciente cree que puede transformarse en un animal.
Uno de los primeros videos que se conoció lo mostraba en su celda, completamente desnudo, en cuatro patas y maullando. Los presidiarios se quejaban porque no podían dormir por las noches debido a los ruidos del hombre.
Durante el juicio, desde la Fiscalía dejaron en claro que pese a reconocer su enfermedad, esta no lo convertía en “inimputable”. “Fue un doble asesinato despiadado con plena consciencia de la criminalidad de sus actos”, alegaron durante el proceso, que lo condenó a prisión perpetua.