Después de meses de cuarentenas y encierros. Me fui lejos y retomé el vuelo.
Me fui a buscarme, como ya lo estaba haciendo. Me fui sabiendo que era el mismo pero tan diferente del que fui en su momento. Me fui lejos. Una vez más. A mirar gente pasar. A danzar entre desconocidos. A perderme por las calles de otra ciudad.
Y en el medio me encontré di cuenta de cuánto necesitaba respirar. Y reflexionando sobre todo lo que había pasado en el último año y medio, y en lo que seguro aún queda por transitar. Angustia, ansiedad, un corazón roto que aún falta sanar. Pero, finalmente puedo decir que, aún un poco golpeado, con el corazón en proceso y la cabeza en un laberinto incierto, acá estoy yo una vez mas. Me perdí, es cierto. Y en eso de estar vagando por la oscuridad empecé a recordar quién era y a dónde me gustaría estar.
Me fui lejos para desconectar. Y termine atando los cabos que hace tiempo no lograba anudar. Porque, a veces, desconectarse de los demás es todo lo que se necesita para conectar con quienes somos de verdad.