Una mujer de 58 años denunció que fue secuestrada y violada por dos sujetos, en un albergue. La víctima se llama Carmen y radicó la denuncia el 30 de marzo pasado ante la Comisaría de la Mujer de San Vicente, dependiente de la Unidad Regional VIII.
En su relato, la mujer apuntó contra Leopoldo D. S. (44), alias "Paysa", y su progenitor, identificado como Ananias D. S. (77), quienes están acusados de "abuso sexual con acceso carnal y abuso sexual simple", respectivamente. El expediente se tramita ante el Juzgado de Instrucción Tres de San Vicente, órgano que ordenó la detención de Leopoldo D. S., quien se halla prófugo, mientras que su padre fue notificado de la causa.
Carmen le relató a El Territorio el calvario que le tocó vivir y pidió asistencia para poder regresar a Buenos Aires, donde vive y desde donde llegó para el último adiós a su madre. "Mi mamá falleció el 16 de marzo y el 19 tenía previsto volver a Buenos Aires, pero al llegar a la terminal me informaron que no había colectivos y me tuve que quedar. Me alojé en un hospedaje frente a la terminal y empezó mi pesadilla", reflexionó la mujer que tiene domicilio en Merlo, provincia de Buenos Aires.
"Pero como no pude volver a Buenos Aires, un remisero me recomendó un hospedaje (sobre calle Balbín). Me presenté, pagué tres días y los primeros dos días iba todo bien. En medio volví a preguntar si podía viajar y me dijeron que todo el país estaba parado por la cuarentena. Ya tenía poca plata y le ofrecí al dueño algunas alhajas que heredé de mi mamá, y primero me dijo que sí, que estaba todo bien. El dueño me encerró ahí y no me dejaba salir. Me sacó el celular y la computadora. Una vez por día me llevaba un plato con comida y me decía que se iba a cobrar la estadía. Me violaba todos los días, me golpeaba y me decía que me iba a soltar cuando quería. Un día le llevó al papá, un viejito, y él también me manoseó", narró.
Según su denuncia, el domingo 29 de marzo el dueño del albergue la sometió por última vez. Hacía varios días que no le daban de comer y se encontraba muy débil, por lo que temió lo peor. "Estaba muy mal, muy dolorida y débil. Por eso pensé que tenía que escapar enseguida o mi vida se terminaba ahí. La puerta no tenía cerradura, sólo una traba por afuera. Hice mucha fuerza y pude salir. Justo estaba sólo el viejito, gracias a Dios, y no me atajó".