El miércoles 6 de octubre, el pasado, cerca de las 13, Vanina Cerro Sarsotti (46) llegaba como cada día a la escuela Pioneros Alvearenses, ubicada en la ciudad de General Alvear y donde se desempeña como vicedirectora. Tras completar los 20 kilómetros que separan la localidad de Bowen –donde vive- del establecimiento educativo, Vanina ingresó, cerró el portón de la escuela y se disponía a cumplir con los quehaceres diarios. Pero no alcanzó siquiera a instalarse.
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“Llegué y me encontré con una mamá que estaba muy sacada. A todos nos dio la sensación de que había consumido algo, pero estaba enojadísima y pedía hablar con la maestra de Plástica. Ella (la mujer) decía que la maestra le había agarrado el brazo a su hijo, pero todos los otros compañeros que estaban en el lugar y vieron cómo fueron las cosas decían lo contrario”, reconstruye la mujer desde su casa en Bowen. Allí está cumpliendo el reposo que le recomendaron los médicos luego de que, totalmente fuera de sí, la mujer que el miércoles ingresó a la escuela a los gritos y fuera de sí le propinara una violenta piña en el rostro (a la altura del ojo izquierdo tiene el hematoma morado del golpe).
“Todavía estoy temblorosa, me pierdo un poco. Y aunque hay algunas cosas de las que no me acuerdo y me han contado, los médicos que me atendieron me dijeron que la saqué relativamente barata. Porque, con la violencia con la que me pegó, si me golpeaba más en la sien, ‘me sacaban en un cajón’. Así, literalmente, me lo dijo uno de los médicos”, repasa –aún consternada- Vanina en diálogo con Vía Mendoza.
Incluso, en ese mismo momento y antes de golpear a la vicedirectora, la mujer le dio un golpe de puño a una de las celadoras en la boca del estómago; mientras que su hijo –alumno de quinto grado del establecimiento- le dio otro golpe a uno de los celadores, según reconstruye Vanina y el resto de los trabajadores de la escuela que fueron testigos del violento ataque.
“La verdad es que no me siento cuidada, no me siento protegida. No sé si voy a presentar mi renuncia, porque la realidad es que ni me conviene ir a trabajar. Lo hago por amor a los niños, a mi profesión. Pero por otro lado tengo a toda mi familia pidiéndome que deje la carrera. No es justo, porque luché la vida entera por ello. Pero ellos me piden llorando que por favor deje, que no quieren verme muerta. Y yo estoy mal, ¿cómo voy a dejar la carrera de mis sueños y cómo le digo a mi mamá que no se preocupe, que no me van a matar?”, agrega Vanina. Y su voz se quiebra para dar lugar al llanto que mezcla el miedo con la impotencia.
Fuera de sí
Vanina, quien es docente desde hace 22 años y ya se ha preparado para el concurso de jerarquía, llegó el miércoles pasado a la escuela e hizo lo que hace cada día ni bien llega: cerrar el portón para que la escuela quede al resguardo de cualquier imprevisto. El detalle es que el imprevisto ya estaba puertas adentro.
“No sé cómo entró la mujer, porque la escuela siempre está cerrada y alguien tiene que abrir la puerta. No había llegado ni a dejar las cosas, cuando escuché un griterío, insultos, una verdadera locura. Entonces me dirigí al lugar de donde venía todo el caos y veo que estaba esta señora con su hijo (un niño de 12 años, de casi 1,70 metros que está en quinto grado) y ella no dejaba de insultar sacada, ¡no te puedo explicar! Nos fuimos acercando para pedirle que se calmara, pero cada vez se ponía más tensa la situación”, reconstruye la vicedirectora.
Y cuando estaban todos los presentes intentando calmar a la violenta mujer, ella comenzó a agredir físicamente. “Primero (la mujer) le pegó una piña a la celadora en el estómago, por lo que –ante esta situación- salió a socorrer a su compañera un celador hombre, y es ahí cuando el hijo de la mujer comienza a pegarle piñas también al celador. Cuando veo todo esto, salí corriendo para me meterme entre la mujer y la persona a la que estaba golpeando, le pido que se tranquilice y hablemos con calma y ella me dice: ‘¿y usted qué se tiene que meter?’ y me pega una piña en la cara. ¡No me mató de casualidad!”, agrega Cerro Sarsotti. Y, una vez más, deja en claro que tiene algunas lagunas mentales y que hay momentos que no recuerda.
Incluso, destaca la directiva, su única reacción fue la de abrazarse a sí misma como para protegerse y no seguir expuesta a nuevos golpes.
Indefensa
Luego de recibir el violento golpe en su rostro, los compañeros de trabajo de Vanina se dedicaron a asistirla y se activaron los protocolos correspondientes. “Llamé al supervisor para darle aviso de la situación y fui a la Policía para hacer la denuncia y que se constaten las lesiones. Estuve dos horas en la Policía y otras cuatro horas en el hospital para que me revisen, realmente fue vergonzoso pasar por esa situación y –lamentablemente- uno termina de entender por qué muchas mujeres directamente deciden no hacer denuncias cuando son víctimas de violencia de género, porque el abandono y la indiferencia son terribles. Pero yo quise mostrar lo que me pasó y me animé, para que no siga pasando”, reflexiona la vicedirectora.
También en su Facebook, Vanina se refirió en un posteo público a la traumática y difícil situación que vivió y este no tardó en viralizarse y sumar una gran cantidad de adhesiones y mensajes de apoyo. Desde el SUTE, por medio de un comunicado, repudiaron el ataque y exigieron que se adopten las medidas correspondientes para evitar que estos episodios se repitan.
“Cada vez somos más maltratados. Y, encima, hay gente que nos trata de vagos. ¡Si supieran lo que estamos trabajando! A quienes nos tratan de vagos, los invito a que vayan a la escuela y vean lo que trabajamos por los niños. La escuela siempre ha sido un espacio abierto a los padres, a la comunidad, pero estas cosas no hacen más que alejarlas. Es indignante que me haya pasado eso simplemente por defender a una compañera. La mujer luego fue a pedir disculpas y dijo que no sabía que yo era la vicedirectora. Pero el problema no es que me haya agredido a mí, que soy vicedirectora, sino que agreda a cualquier persona”, piensa en voz alta la docente.
“Los docentes estamos desamparados. Yo me animé a poner la denuncia, pero mis compañeros no, por miedo. Estamos trabajando con miedo, nos sentimos desprotegidos. No puede entrar una madre así y agredir como lo hizo, si le pega a un niño de esa manera lo puede matar”, destaca con preocupación.
Aunque le recomendaron pedirse licencia, Vanina no ha pensado hacerlo por el momento. “Me recomendaron tomarme cuatro días, pero en el momento no pude hacerlo porque no quiero perder el Ítem Aula. Después, cuando intervino la ART, me volvieron a insistir para hacerlo. Pero no quiero una licencia interminable, quiero defender a mis compañeros docentes. Quiero que se termine el maltrato social”, sigue, ahora con tintes de impotencia en sus palabras.
Acompañamiento
Vanina está pasando todo el fin de semana largo en cama, cumpliendo con el reposo que le recetó el médico. Por momentos se siente mareada y el viernes fue a revisarla una ambulancia con los médicos a fin de seguir su evolución. “Cuando hice la denuncia, pregunté si a la mujer la iban a detener o algo (porque ha tenido otros problemas ya). Y uno de los policías me dijo que solamente quedaba presa si me llegaba a matar. En pocas palabras, tengo que esperar a estar muerta para que se actúe de alguna manera”, destaca con impotencia.
Desde la DGE se contactaron con la vicedirectora y se pusieron a su entera disposición (desde la Dirección de Educación Primaria y en la figura del Defensor del Docente). Incluso, le han puesto a su disposición a un abogado, aunque Vanina analizará la situación y los pasos a seguir una vez que termine el fin de semana largo.
“Tengo entendido que esta mujer tiene otros antecedentes de violencia –aunque no en la escuela- y que ha cambiado muchas veces a sus hijos de colegio. A raíz de esto se le ha puesto una perimetral (restricción de acercamiento a la escuela). Pero es un hecho que no vamos a dejar pasar esta situación”, sintetiza.