Mendoza es conocida como la provincia del vino, pero lo que muchos no saben es que San Rafael es la localidad donde se cosecha y se prepara esta bebida hace años, por excelencia, y que gracias a los sueños de un hombre con ganas de hacer vino, se fundó no solo una bodega, sino también una ciudad.
Inmigraciones, vitivinicultura, ferrocarril e industria son los pilares de esta gran historia que remonta a los sanrafaelinos a sus orígenes y demuestra el fuerte sentimiento que provoca el vino y la uva; que no es solo una bebida, sino una tradición.
La bodega que fundó la ciudad
Todo comenzó cuando Rodolfo Iselin, un francés decidió viajar a Mendoza con ánimos de empezar un negocio de lo que más le gustaba: el vino. Al llegar a San Rafael, que primeramente se llamaba Colonia Francesa, empezó su propia bodega y, al lado, construyó una casona.
En 1883, logró fundar la viña “La Abeja”, que comenzó a ser todo un éxito ya que no había otra en la zona. Además, el francés aprovechó sus conocimientos europeos y trajo los sistemas de producción que allí se utilizaban para agilizar los procesos.
No fue hasta 1888 que logró hacer su primer vino y su negocio se empezó a expandir hasta que el gran salto llegó por un nuevo factor: el ferrocarril. Iselin, dirigiendo a los vecinos, logró que este transporte llegara hasta la zona, lo que generó mayor conectividad con las demás localidades y convirtió a San Rafael en un lugar con mayor producción y relación con otras ciudades, con las que pudo empezar a comerciar.
Lo más interesante es que la bodega fundada por Iselin continúa en pie, es la más antigua de San Rafael y un ícono en Mendoza. En 1911, “La Abeja” fue vendida a la familia Schlieper, quien pasó a estar a cargo de la bodega y la modernizó con nuevas instalaciones.
La viña sanrafaelina logró imponerse por su gran valor patrimonial y, hoy en día, está en manos de los nietos de la familia Ripa, quien compró la bodega a los Schlieper en 1945. Además, la bodega aún conserva maquinaria original de 1885.