Subió a un colectivo, se dio cuenta que no tenía carga en su tarjeta Red Bus y le dio diez pesos a un chico para que le marcara su pasaje. A las dos cuadras, un control policial no escuchó razones, pese a que el chico confirmara su versión, y se la llevaron presa.
Siete horas de un verdadero calvario que incluyó compartir celda con hombres y mujeres, “un olor a orina insoportable que cuando me quejé me lo hicieron lavar a mí”, contó Patricia en Para Vivir (Radio Jornada 91.9).
El relato dela joven continuó hablando de los perjuicios que soportó como cuando le sacaron las pastillas que toma por la hipertensión que sufre. "Varias horas después tuve que hacer conseguir una receta de mi doctora porque no me las querían dar".