El buque de la Armada Argentina, que fue construido en Astilleros de Río Santiago (Buenos Aires), bajo una labor de cooperación conjunta, entre Argentina y Reino Unido, a mediados de la década del 70 y principios de los 80, y que sirvió a la Patria con la asignación de Destructor misilístico, llega a la actualidad con un fin no deseado, por lo menos por los marinos que lo tripularon y pensaron en que toda su estructura sirviera como museo.
Varios fueron los intentos de instaurar ese enorme buque cargado de historia, como museo, tal como fue el destino de la Fragata “Sarmiento”, la Corbeta “Uruguay” o el Aviso “Comandante General Irigoyen”. También hubo intentos de declararlo “Patrimonio Histórico Nacional”; este proyecto obtuvo media sanción en la Cámara de Senadores, pero fue otro intento fallido.
Durante su estadía en su amarradero original en la Base Naval Puerto Belgrano (sudoeste de la provincia de Buenos Aires), fue escenario de las visitas de civiles y militares en los antiguos “días de puertas abiertas”. Largas colas se formaban para apreciar al buque que inició la “Operación Rosario”, el buque que había transportado al Capitán Giachino y los miembros de las Fuerzas Especiales para retomar la soberanía argentina en Malvinas y que desde fines de los 80, permanecía amarrado entre el muelle y su gemelo, el A.R.A “Hércules”.
Muchas fueron las sensaciones que se despertaron en los tripulantes del ex DESA, que al enterarse de la noticia publicada en el Boletín Oficial N° 34543, con fecha 17 de diciembre de 2020 y bajo el Decreto 1017/2020 del Ministerio de Defensa, vieron cómo se iba a ir a pique aquella nave que por mucho tiempo fue su hogar. Muchos marinos pasaron por esas cubiertas. Muchos pasaron más tiempo en esas cubiertas, que en sus propias casas. Muchos pasaron más tiempo junto a sus camaradas, que con sus propias familias.
Actualmente con la noticia de que el buque “punta de lanza”, en la recuperación de Malvinas, va a ser enajenado y sus piezas útiles serán extraídas para luego dar un fin no esperado, es otra noticia dura para sus tripulantes. Otra noticia dura que deja este 2020 y que no es nada más que el resultado de la sumatoria de ineptitudes que fueron llevando a una de las instituciones pilar del país (que se proyecta por la Patria desde el mar) a sumergirse en la situación vulnerable en la que se encuentra hoy y que desde hace años viene sufriendo grandes pérdidas, tanto en lo humano, como en lo material.
A propósito de esta situación, el VGM Abelardo Irigoitía (enfermero de a bordo, en 1982), se expresó muy dolido al enterarse de este destino. “yo llegué a ese barco el día que llegó a Puerto Belgrano de Inglaterra, el 21 de diciembre del 81”, contó, y relató cómo se fueron dando los hechos hasta llegar a Malvinas el 1 de abril de 1982, cuando desembarcaron las Fuerzas Especiales. Abelardo contó que el mar los sacudía en medio de un temporal, cuando les informaron que iban a Malvinas. Recordó que la adrenalina inundó el buque “unos creían que nos ibas a las Georgias, porque había problemas y en la navegación, nos informan que íbamos a tomar Malvinas. No te imaginás lo que se generó a bordo, ¿no?”.
De sus 35 años al servicio de la Patria, en la Armada, recordó que fue uno de los barcos más cómodos que le tocó tripular y en el cual se sintió más identificado. Muchos marinos adoptan “su buque”, como parte de ellos. Se sienten que forman parte del instrumental del barco y es una simbiosis pocas veces vista, porque pareciera ser que, el buque también lo recibe, es algo que no se puede explicar. “Fue un dolor grandísimo cuando me enteré lo que había pasado en Puerto Belgrano”, refiriéndose al momento donde el “Santísima Trinidad”, quedó semi hundido desde su banda de babor y amarrado a muelle, en el año 2013. “Tendría que quedar, porque es algo histórico. La verdad me duele muchísimo lo que este gobierno quiere hacer con el barco”, resaltó.
Por otro lado, el VGM Juan Domingo Spinelli, también recordó su paso por el Destructor. Él estuvo desde su construcción en Río Santiago, luego navegó hacia Inglaterra, donde al llegar a la Base Naval de Portsmouth (la más importante de la Royal Navy), realizaron ajustes y se hicieron a la mar para las pruebas de sistemas y mecanismos. “Desde el momento de conocerlo, me impresioné por su característica y su tecnología”, dijo Juan y mencionó el gran orgullo nacional que sentía, ya que “su buque” fue el primer buque de guerra que, con esas tecnologías avanzadas, se construía en el país.
Juan Spinelli fue operador del sistema de lanzamiento de misiles Sea Dart Mk30, el cual tenía la capacidad de lanzar 22 misiles. Estos estaban emplazados en la sección de proa del buque y servían como escudo antiaéreo. También había misiles Exocet MM-38, que servían para ataques a unidades de superficie. Lejos quedaron esas experiencias de mares agitados con oleajes furiosos, las corridas de tiro y días de navegación en el Mar Argentino. Es por eso que, el VGM Spinelli se pregunta tantas cosas, pero que remata con una triste verdad. “Como me duele, que mi Patria, que tanto amo y defendí, se olvide y no resguarde la historia naval argentina”.
También el VGM Ramón López, uno de los Comandos Anfibios que desembarcó el 1 de abril desde el “Santísima Trinidad” junto a Giachino, García Quiroga, Urbina, entre otros, expresó su opinión a Vía Malvinas, respecto a esta situación. “Es lamentable que ese barco, que es un emblema de nuestra lucha por la soberanía, tenga tan triste destino”, dijo y recordó cómo se vivió a bordo durante esos días. Asimismo, resaltó el profesionalismo de la dotación permanente del Destructor al momento del desembarco para la recuperación de Malvinas.
Todo es un hecho lamentable, que varios Veteranos no comparten, particularmente los ex tripulantes, quienes fueron los verdaderos protagonistas de las hazañas del “Santísima Trinidad”. Hoy desearían que el DESA, sea el Museo donde sus hijos y nietos puedan ver cómo era el buque, dónde vivían, dónde dormían, cómo eran los lugares de trabajo y los equipos que operaban. Particularmente, una pérdida más en la identidad naval e histórica del país. Un hecho que agrega un condimento más al proceso de desmalvinización que, los tripulantes no merecen y que los argentinos no queremos.