Alejandro Videla, argentino, y Les Standish, inglés, combatieron en 1982 defendiendo cada uno a su país. Eran soldados de ejércitos enemigos pero años más tarde se conocieron en un foro de veteranos de guerra en Internet, se encontraron y forjaron una amistad entrañable.
Todo comenzó cuando Alejandro recordó unas fotos que se habia sacado en Malvinas junto a otros compañeros. Todos esos rollos de fotos se los sacaron cuando cayeron prisioneros de los ingleses, en Ganso Verde y nunca supieron qué había sido de ellos.
"Me metí en un sitio de Internet al que se conectan ex combatientes británicos de todas las guerras y les dejé un mensaje en inglés diciendo que quería ponerme en contacto con algún soldado del II Regimiento de Paracaidistas que hubiera estado en la batalla de Ganso Verde, a cargo de prisioneros de guerra argentinos, que los hubiera trasladado de Ganso Verde a San Carlos y, luego, en el buque Norland hasta Montevideo. Ese es el recorrido que hicimos nosotros después de la rendición. Aclaré que era por unos rollos de fotos que nos habían sacado y por un video de la BBC, de un camarógrafo que nos había filmado siendo nosotros prisioneros. A los tres días recibí un mensaje de Les, en el que me decía que había hecho ese mismo recorrido y se ofrecía a ayudarme", cuenta Alejandro.
De allí en más tuvimos un intercambio frecuente de correo electrónico hasta la actualidad.
Compartieron experiencias, pensamientos, el gusto por el fútbol. A los dos les preocupaba el destino de todos los veteranos de guerra. Contaban entre ellos el abandono que tenían por parte del estado y de la sociedad. La vida en el olvido.
Ya en 1982, al regresar de Malvinas, Alejandro había organizado en Venado Tuerto, junto con algunos compañeros, un centro de ex combatientes, para defender sus derechos y obtener algunos beneficios. Aún participa en charlas en escuelas y colegios, así como en los encuentros periódicos de la Unión de Veteranos de Guerra del Sur de Santa Fe, que reúne a unos 40 ex combatientes.
Les, al tiempo de regresar a Gran Bretaña, abandonó el ejército y comenzó a trabajar en el servicio penitenciario. Pero nada fue lo mismo para él. Lo atormentaba el pasado: las imágenes de la guerra y la culpa de sentir que por una orden suya un compañero había perdido la vida. "Un día, por un sonido que escuchó en una calle, fue como si hubiera regresado mentalmente a Malvinas. Después de eso estuvo dos años bajo tratamiento psicológico. Lo internaron, le diagnosticaron síndrome de estrés postraumático", cuenta Alejandro. Y agrega: "Les necesitó volver a las islas, recorrer el campo de batalla y verificar que la orden que había dado era la correcta para dejar de sentirse responsable por esa muerte. Había sido la mala suerte de la guerra".
Un día, muy naturalmente, Les le preguntó si quería tomar unas cervezas con él. Pero Alejando no contaba con dinero para viajar, así que Les les envió dos pasajes para él y su esposa, y recorrieron Bolton como invitados de honor, dando charlas en escuelas y colegios.
En una escuela, Alejandro y Les se sorprendieron contando el mismo episodio, pero desde distintos puntos de vista.
Les recordó con tristeza el dolor que sintió cuando, al tomar prisioneros a unos 1050 soldados argentinos en Ganso Verde, vio el estado en que estaban y el armamento con que habían combatido. "Valoró en ese momento la lucha que habíamos presentado, en clara desventaja", dice Alejandro.
Les volvió a Malvinas. Y todavía lucha con los fantasmas de la guerra, aún sin poder quitárselos de encima. Alejandro nunca volvió, aunque quería hacerlo. No siente que su vida haya quedado marcada para siempre por esa experiencia.
"Lo más profundo que me dejó Malvinas, creo, fue la frustración de no haber podido hacer más, más por mis compañeros o más para evitar la derrota, por más que sé que en aquel momento odiaba estar metido en una guerra".