Configurando uno de los encuentros de fe más importantes de la provincia y del norte de la Argentina, este fin de semana comenzó en Jujuy la peregrinación al santuario de Nuestra Señora de Copacabana de Punta Corral, enclavado a 4.000 metros de altura sobre el nivel del mar, en la Quebrada de Humahuaca.
Proyecciones oficiales estiman que este año serán más de 150 mil peregrinos y caminantes movilizándose en estos días por escarpados senderos entre las montañas, para pedir la bendición y protección de la Virgen o cumplir promesas de agradecimiento por dones concedidos, que en muchos casos son considerados milagros obrados por su intercesión.
La tradición de esta manifestación de fe se remonta al siglo 19. El 22 de julio de 1835, el lugareño Pablo Méndez pastoreaba un rebaño en las inmediaciones de Abra de Estancia Vieja cuando tuvo una visión sobrenatural: vio a una mujer de cabellera reluciente que le dijo que la buscara al día siguiente.
Al regresar a su casa, el hombre relató la experiencia pero nadie le creyó. A la siguiente mañana Pablo retornó al lugar donde tuvo la visión, tal como se le había indicado, y encontró una piedra blanca con una forma particular que, al ser verificada por el párroco de Tumbaya, se decidió resguardarla en el templo por cuanto presentaba cierta similitud con la imagen de la Virgen de Copacabana.
Al poco tiempo la piedra despareció misteriosamente, lo que motivó una pesquisa policial para averiguar su destino. Como parte de la investigación, los policías se dirigieron al lugar del hallazgo conducidos por el propio Pablo Méndez y para gran sorpresa de todos, la piedra blanca estaba en el mismo lugar en que había sido encontrada por el pastor, razón por la cual interpretaron que la Virgen deseaba quedarse en ese preciso lugar de las alturas de Punta Corral.
Así fue como allí mismo se erigió una capilla, mientras el singular milagro se difundía entre los pobladores de la región, que comenzaron a honrar a la Virgen llamándola “la Mamita del Cerro”.
Su veneración se fue acrecentando desde la segunda mitad del siglo 19. En 1899 el párroco de Tilcara, Higinio Lavin, bendijo la capilla de la Virgen de Punta Corral.
No hay documentación que permita corroborar el año en que comienzan las procesiones con la imagen -conocidas popularmente como “la bajada”- a las localidades de la Quebrada, aunque si hay evidencia de que hubo un tiempo en que se realizaba una peregrinación con la imagen a Tilcara. Precisamente en el año 1905 se emplazó sobre el primer ascenso el Calvario de las Siete Vueltas, o Calvario de la Peña.
En esos tiempos la peregrinación se realizaba en dos jornadas: desde Punta Corral hasta Chilcaguada, donde se pernoctaba, y al día siguiente hasta Tilcara.
En los años 1930 y 1932 se fundaron las bandas de sikuris que tradicionalmente acompañan la procesión, “Los Veteranos” y “Sol de Mayo”, en Tilcara y Maimará, respectivamente.
Debido a rivalidades que iniciaron entre 1950 y 1960 entre los devotos de Tilcara y Tumbaya -sobre las que escribieron Julio Cortázar (1953) y Ciro René Lafón (1967)-, por la tenencia y autenticidad de la imagen, en el año 1970 se realizó la última procesión de la Mamita del Cerro a Tilcara y, desde 1971 la venerada imagen solo baja desde el Santuario de Punta Corral a Tumbaya, todos los Domingo de Ramos.
Los diferentes caminos que conducen al santuario partiendo desde de Maimará, Tilcara, Tumbaya tienen en promedio unos 20 kilómetros de extensión y demandan entre ocho y doce horas de caminata, lo que depende no sólo de la distancia sino también del grado de dificultad del ascenso y descenso, y las condiciones físicas de los feligreses y promesantes.