Ninoska Rojas es venezolana, tiene 37 años y ahora vive en Jujuy. Oriunda de Caracas, llegó al país junto a su familia hace dos años, con su pareja Orlando Mendoza, también venezolano.
"Llegamos a Jujuy buscando un mejor futuro para mis hijos y una mejor calidad de vida, que lamentablemente no tenemos en nuestro país", dijo en diálogo con Vía Jujuy la afable caraqueña que es madre de cuatro hijos, tres varones en edad escolar y una mujer, mayor de edad, que le dio una nieta.
Ella trabaja como cuidadora de una persona adulta mayor aquí en San Salvador Jujuy; él se desempeña como chofer de carga pesada en los emprendimientos mineros que operan en el departamento Susques.
"El principal motivo por el que debimos abandonar nuestro país fue la cuestión económica. Estábamos al borde de la locura, mi esposo y yo sin trabajo", relató Ninoska, que para graficar el estado de situación en que se encontraban recordó: "Llegó un momento que no conseguíamos nada de comida, pasábamos hasta veinticuatro horas en un supermercado para comprar un paquete de harina".
Aunque para ellos aquello es el pasado, angustiada mientras cuenta su historia a Vía Jujuy, afirma que "los venezolanos no estamos emigrando porque queremos hacerlo" sino que "nos están obligando y forzando" a optar por esa salida.
"Yo nunca en mi vida imaginé ni siquiera en sacar pasaporte, pero lo hacemos por nuestro hijos", dijo asumiendo la voz de sus compatriotas que siguen abandonando el país.
En la vorágine de la aguda situación que atravesaban, a su pareja se le presentó la oportunidad de trabajar en los emprendimientos de explotación de carbonato de litio en Jujuy. “Y no lo pensamos”, resume acerca de la decisión que tomaron inmediatamente.
Al emprender la partida de su país, dejaron "todo allá", y cuando dice "todo" es porque "quedaron nuestros padres, hermanos, amigos y una casa que no podemos venderla porque no vale la pena", en un contexto económico que parece no tener solución en el corto plazo.
Por eso, al mismo tiempo que reconoce que extraña su ciudad y sus raíces, asevera que "volver a nuestro país en este momento sería un suicidio".
"A mí se me hace un nudo en el corazón cuando familiares nos cuentan que no pueden comprar pastillas o fármacos que hacen falta, les cuesta mucha plata para alimentarse y por más que le mandamos un poco de dinero no les es suficiente", dice compungida.
Contó que familiares y amigos le preguntan sobre la situación de Argentina y de Jujuy, para emprender el mismo camino. "Tal es el caso que hace ocho días atrás llegó un tío, que lo recibimos en nuestra casa", apuntó.
De esa manera Ninoska alienta "al que pueda salir y yo le pueda prestar la mano, porque quedarse allá es morir lentamente", aseguró.
Recuerda que la empresa que requirió los servicios de su pareja le realizó un préstamo “para poder viajar y trabajamos por un año de lunes a lunes casi sin ver la luz del sol para devolver el dinero prestado”.
Sobre su estadía en la provincia, cambiando el semblante refirió que cuando llegó a Jujuy "me dijeron que si tomaba agua del Xibi Xibi te quedas, ¡y creo que tomé mucha agua! porque la verdad me encantó el clima y la gente, que nos han tratado excelentemente".
"Ahorita, si bien no estamos en la gloria, encontramos estabilidad, estamos más tranquilos, porque tenemos obra social, entre otros beneficios", sostuvo.
Por otra parte, comentó que un grupo de al menos 30 venezolanos que viven en Jujuy están conectados permanentemente, aunque la comunidad radicada en la provincia supera las 200 personas.
“Entre nosotros nos buscamos e intentamos ayudarnos de diversas formas para afrontar la situación”, acota.
Sus niños asisten a la escuela "Pablo Arroyo" del barrio de Islas Malvinas. "Me encantaría que crezcan en un ambiente sano y con las comodidades que ellos se merecen", dice Ninoska.
"No sabes cómo le agradezco a la Argentina", expresa al periodista, haciéndolo depositario de su gratitud para con el país que los acogió.
Encantada de Jujuy, la familia Mendoza Rojas alquila un espacio de un ambiente en el barrio San Pedrito, donde conviven con las expectativas puestas en alquilar un lugar más amplio y en mejores condiciones.
"Con la familia -concluye, emocionada- pensamos radicarnos acá. Una vez que mis hijos estudien, tengan sus amigos, nos quedaremos", anhela pensando para ella y los suyos en un futuro promisorio que hoy su país no puede ofrecerle.