Dos violaciones en nueve días: la Justicia apunta a dos miembros de la aldea Mbororé

En los últimos nueve días del mes pasado, dos mujeres fueron abusadas sexualmente en la zona conocida como 2000 Hectáreas, cerca de la toma de agua de la ciudad de Puerto Iguazú.

Dos violaciones en nueve días: la Justicia apunta a dos miembros de la aldea Mbororé
Aldea Fortín Mbororé Iguazú

Las víctimas coincidieron en detectar rasgos aborígenes en los atacantes por lo que fueron detenidos dos integrantes de la aldea Fortín Mbororé, que siguen privados de la libertad mientras se esperan informes de una serie de pericias de tipo genéticas y que se concrete la rueda de reconocimiento de personas.

El primer ataque fue denunciado por la madre de una joven de 15 años. Ella denunció que cuando su hija volvía de la escuela, un hombre con rasgos aborígenes la emboscó por un camino poco transitado. El violador pateó la moto en la que la joven viajaba haciéndola caer. Luego la manoseó e incluso llegó a accederla.

Aldea Fortín Mbororé Iguazú
Aldea Fortín Mbororé Iguazú

En medio del tenaz forcejeo un hombre pasaba en su camioneta y apuntando con un arma de fuego al mbya lo hizo escapar.

Nueve días después una mujer de 22 años denunció en la misma dependencia que iba caminando a su trabajo por el camino que conduce a la aldea Mbororé, como a diario, pero ese día se cruzó con un aborigen que le saludó e intempestivamente le preguntó de dónde venía. No le respondió y comenzó a caminar más rápido -contó-, a lo que el hombre comenzó a seguirla hasta que la agarró del cuello, la tiró al suelo y la arrastró a un monte al costado del camino.

"Me defendí, me agarró del cuello, grité mucho, me tapó la boca, le pedí que no me haga nada, que me deje, que tenía un hijo, pero no le importó", relató ante las autoridades policiales.

La víctima recordó que el sujeto tenía aliento etílico y fumaba un cigarrillo. En su declaración dio detalles de la violación de la que fue víctima y aseguró que el abusador no usó preservativo.

En su caso, dos hombres que viven en la misma aldea escucharon pedidos de auxilio, salieron de sus casas y comenzaron a seguir al abusador, instándola a que radique la denuncia policial debido a que sabían quién era el sujeto y estaban dispuestos a testificar, lo que después ocurrió.

Ella también aclaró que si lo veía otra vez lo iba a reconocer, porque lo miró a la cara durante el ataque.